II
Acerca del escritor Porfirio Díaz Machicao, esboza Paulovich esta precisa instantánea: ‘Plata en los cabellos, oro en el corazón. Ni oro ni plata en los bolsillos’. En torno al inteligente personaje que fue A. E. Jáuregui Cusicanqui manifiesta que domina muchas lenguas (inglés, alemán, francés, italiano y portugués), pero no la de su mujer cuando él llega tarde a casa. Y al novelista Augusto Céspedes lo califica como la torre inclinada de Pisa, ante la cual amigos y enemigos tienen que reconocer que es un hombre de talento, un gran escritor.
Pasados varios años ingresó a la Academia Boliviana de la Lengua en fecha 20 de mayo de 1997, con la lectura de un trabajo referido al humor. Y su prestigio fue en aumento, siendo ampliamente conocido dentro y fuera de nuestras fronteras. Hace muy poco sostuvo en un matutino local que: “El periodista no nace ni se hace, sino que se deshace”, debido a que el estilo periodístico acaba convirtiéndose en una máquina trituradora de las aspiraciones literarias (3.12.18). Pero él siempre osciló entre periodismo y literatura en simbiosis muy simpática.
En criterio de Paulovich, los escritores humoristas más importantes del país fueron Juan Francisco Bedregal, Gustavo Adolfo Otero, Walter Montenegro y William Bluske, dándole énfasis al nombre del internacionalista Montenegro.
En su dilatada vida mereció galardones tan importantes como el Premio Nacional de Periodismo, Premio Manuel Vicente Ballivián, Premio Joaquín Chamorro y el Premio Libertad 2008, entre otras distinciones, aunque él no sufría ni se desesperaba por recibirlas.
Desde hace algunos años una impía ceguera no le permitió continuar tecleando su antigua máquina de escribir, la secretaria perfecta que ya está fuera de moda al haber sido reemplazada por ordenadores o computadoras. Sin embargo de esta circunstancia dramática en su estado de salud, Paulovich se dio modos para mantener vigente su columna hasta hace poco tiempo, casi borroneando al escribir manuscritos o dictando parte de sus artículos. El doble discurso, el culto a la personalidad, la poca o ninguna preparación intelectual de los políticos, los aparentes logros tras bastidores, son algunos temas destacados en sus crónicas de humor.
Al poner en boca de sus tías Encarna, Restituta y Clotilde, entre otras, de sus tíos Pelópidas y Huebastián, o de su comadre Machaca, o de otros personajes a manera de “alter ego”, en sus artículos supo reflejar cuanto dice y piensa el común de la gente de a pie, sin más afán ni militancia que la de vivir el día a día, ganar honradamente el sustento y llevar el pan diario a los suyos. Fue un ardiente defensor de las libertades democráticas y a fin de no morir de estrés o de esséis (ya no era es-tres lo que tenía sino el doble), prefirió escribir en broma…
Los programas radiales que durante un tiempo mantuvo en el aire, fueron lo más bajo de su producción. No lo acompañaba, en verdad, la entonación de voz. A Paulovich había que leerlo a través de sus obras. No escucharlo, como al mismo Neruda leer monótonamente y sin gracia sus versos, no había que oírlo.
Y fue así que debido a su estado de salud no pudo continuar transitando la senda elegida, el periodismo, y cesó en el disparo de sus crónicas humorísticas a diestra y siniestra. Siempre tuvo material disponible para ello en este país inocente y hermoso, de ministros chuflay, que no requieren preparación, y de otros funcionarios que sólo atinan a levantar la mano y están prestos a cobrar el doble aguinaldo…
En las puertas del Cielo, lápiz y papel en mano, pretenderá describir a san Pedro y a su celeste entorno de custodio con un llavero grande entre manos, en el cual las almas de los recién llegados en el último tren -presididas por la de Paulo- sonreirán, reirán a tiempo de aproximarse al Dios Padre y tratarán de develar los misterios de la vida, la fe y la Creación, pues en la Tierra a los tristes mortales nos está vedado desentrañar estos enigmas que quizás allá en ese trance puedan informarse.
Lo cierto es que donde vaya Paulo será un buen corresponsal, sea en la guerra o en la paz, en tierra, cielo o mar. Resulta posible que desde el más allá envíe señales, buenas ondas; porque de lo otro, lo que los humanos no podemos conocer, nada nuevo aportará si no más de lo mismo: risa y buen humor en la vida y en la muerte. Hasta pronto, Paulo.
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