Soberbia y fin del poder

Es difícil aceptar que el poder cambie de manos, a pesar de grandes marchas de apoyo pagado con recursos ajenos. Es difícil aceptar que ocurran cambios repentinos. La lucha es entre los que se creen intocables y los nuevos que ahora los desafían en todos los ámbitos. La energía de los desplazados puede derrocar dictadores, abrir nuevas oportunidades. A partir de estudios y de experiencias históricas, los cambios en el poder están remodelando el mundo...

Uno de los grandes pecados de los políticos en función de gobierno es la soberbia. Lo malo que tiene la soberbia es que cuando se cae en ella, el afectado no es consciente de cuánto la está mostrando. Se encierra en una burbuja en la que no concibe el error y no encuentra a alguien que se lo haga notar y si lo encuentra, posiblemente lo eche a un lado. ¡Qué malos son los consejeros que adulan y no terminan de decir la verdad! Y ¡qué malos son quienes se creen grandes líderes al rodearse de meros aduladores!

En términos negativos la soberbia caracteriza a personas envanecidas. Genéricamente se la define como la sobrevaloración del yo respecto a los otros, también para superar o superponerse a un obstáculo o situación. La soberbia es como la creencia de que todo lo que se posee es superior, que se es capaz de rebatir todo lo que digan o hagan los demás y peor si son opositores políticos, o de creer que no se tiene prejuicios.

La soberbia incita a la persona a valorarse demasiado, creyéndose capaz de hacer cualquier cosa, por encima de los demás e incluso de sus propias capacidades. Esta idea deriva directamente de que el soberbio actúa en detrimento de las demás personas, incluso del mismo pueblo que le dio respaldo en determinadas circunstancias, debido a que piensa que las capacidades o el valor de los otros no se equiparan con el suyo, por lo que se muestra arrogante.

El soberbio no entiende o no quiere comprender que es legítimo cuando es elegido conforme a las leyes del país (Constitución Política). En países democráticos tiene como sustento la legitimidad que le otorga el pueblo mediante el voto popular (elecciones), pero se le suele considerar abusivo cuando se excede en el ejercicio de sus funciones. El poder político es ilegítimo cuando el soberbio utiliza mecanismos inducidos, incluso económicamente, no autorizados por las leyes y cuando se adueña de los poderes del Estado sin tener la legitimidad del pueblo, otorgada por el voto popular.

Utilizar recursos para la “entrega de obras”, no es algo extraordinario, está dentro de una gestión. Es lo que corresponde, pero sin hacer creer a incautos que por ello es el mejor de los gobiernos.

El autor es abogado.