¡Cuna de libertad, tumba de tiranos!

En el presente mes se halla de aniversario el departamento de La Paz, y particularmente su capital, recostada a los pies del nevado Illimani, calificada por su entorno paisajístico como una de las expresiones más bellas de la geografía americana, lo cual en la actualidad le permite compartir al lado de la famosa metrópoli carioca el título de “ciudad maravilla”.

Bajo nominación de Nuestra Señora de La Paz, fue fundada por instrucciones de la Corona el 20 de octubre de 1548 para conmemorar la finalización de las guerras civiles en el antiguo virreinato del Perú, otorgándole un escudo de armas bajo la premisa “los discordes en concordia, en paz y amor se juntaron y pueblo de paz fundaron”…

Luego del reparto de tierras entre los conquistadores, Almagro había pedido a Pizarro la Gobernación del Cusco, pero su principal aliado prefirió nombrar a su hermano Hernando que acababa de llegar de España, desatando de esta manera una sangrienta gresca entre los bandos contrarios que se alinearon en torno a Almagro, por un lado, y a favor de los hermanos Pizarro, el otro.

Ocupando los almagristas la antigua capital incásica, victiman a uno de los hermanos y toman por rehenes a los demás. Gonzalo consigue huir para reorganizar las huestes, pero mientras Almagro desiste de matar a Hernando, éste al asumir la Gobernación tras la batalla de las Salinas, lo hace degollar en plena plaza pública (28 de abril de 1538); ocasionando que el hijo (Almagro “el Mozo”) acuda a Lima para asesinar a Francisco Pizarro en su palacio (6 de junio de 1541) y auto proclamarse Gobernador del Perú.

Al año siguiente, la Corona envía de Gobernador a Cristóbal Vaca de Castro, quien derrota y ejecuta al hijo de Almagro, pero Gonzalo Pizarro procurando suceder al hermano se subleva y enfrenta el 20 de octubre de 1547 a los ejércitos de la Corona en la batalla de Huarina, descrita por Garcilaso de la Vega, Agustín de Zarate, López de Gomara, el Palentino y otros.

Visitando los campos de Huarina, donde cayeron millares de españoles en ambos bandos, el cronista de Charcas fray Antonio de la Calancha, señala: “entre españoles contra españoles, hizo la ambición y la codicia oficios de gentilidad, pues llegó a tanto la crueldad del maese de campo Carvajal (el “demonio de los Andes”), que mandó cañoneasen a una tropa de los suyos que andaba a vueltas con otra de leales, y que a unos y otros matasen a balazos, dejando memoria de traición una “guerra gentil en que 300 vencen a más de mil”…

El telón del escenario cae con la muerte de Vaca de Castro a manos de Gonzalo Pizarro, y la de éste a manos del nuevo Gobernador Pedro de la Gasca (9 de abril de 1543). Sin embargo, al pactarse la alianza entre los bandos españoles antagónicos se recrudece la explotación de los nativos, caldeando la revolución del 16 de julio para instaurar el primer gobierno autónomo en suelo americano, aunque pocos meses después llegaron refuerzos de diversas latitudes del virreinato que ejecutaron al cabecilla Pedro Domingo Murillo, siendo célebres sus últimas palabras: “La tea que dejo encendida nadie la apagara”…

Y en efecto, al año siguiente la insurrección cundió cual reguero de pólvora por todo el continente, consiguiendo tras quince años de cruenta refriega expulsar al último reducto español en los campos de Ayacucho, lo cual motivó a Bolívar y Sucre a nombrar a la heroica ciudad “La Paz de Ayacucho”, título que mantuvo hasta 1898 al asumir la sede del gobierno boliviano con nombre simplificado de La Paz.

Debido a su atribulado pasado, a esta metrópoli se la conoce también con el epígrafe de la presente crónica, no faltando uno de sus más ilustres hijos que en 1930 propuso como única alternativa para frenar la irrupción de déspotas que quieran enseñorearse indefinidamente del poder, la aprobación de la denominada Ley del Tiranicidio…