Como era de esperarse, el Tribunal Supremo Electoral viene aplicando el calendario general para elegir Presidente y Vicepresidente, al igual que senadores y diputados que conformarán el hemiciclo de la Asamblea Legislativa Plurinacional, para el periodo 2020 - 2025. Tal situación generó por inercia que el ambiente electoral vaya adquiriendo mayor intensidad, por el cierre de plazos de presentación de listas de candidatos a asambleístas por los partidos políticos y que feneció el pasado viernes 19 de julio a media noche.
No cabe duda que la selección e inscripción de listas de candidatos a la ALP fue bastante dura y compleja, dadas las múltiples tensiones en el interior de los nueve frentes que pugnan por ocupar la tan preciada y apetecida silla presidencial, por los próximos cinco años. Sin embargo, podríamos sospechar que al menos fueron contempladas diversas variables relacionadas, entre otras, con la capacidad de convocatoria, popularidad, equilibrio en la alternancia, el respaldo de la militancia, la cúpula partidaria y, como no podría ser de otro modo, la bendición del candidato abanderado.
Es de imaginarse la danza de candidatos potenciales, ávidos de estar incluidos en los principales lugares considerados “cinturones de seguridad” de una lista larga de titulares y suplentes para ambas cámaras; encandilando a los jerarcas con sus virtudes de liderazgo, popularidad, preparación -política y académica, aunque ésta última, tan poco valorada y requerida-, militancia, lealtad con los preceptos ideológicos e incluso nos atrevemos a suponer que dieron más de un dolor de cabeza a los diferentes frentes políticos.
Al margen de tales virtudes de los elegidos en las listas de los frentes políticos, es perceptible el reclutamiento de personalidades, empresarios privados, abogados, dirigentes sindicales, ex-futbolistas, periodistas, presentadores; haciendo entrever que estamos ante un auténtico mercado de fichajes, para ocupar escaños de privilegio en las franjas de seguridad.
Bajo esa lógica, no importó en lo absoluto la tan bullada militancia política, y en muchos casos antagónica. Es el caso de los ex gonistas “invitados” en las listas del MAS (Orlando Careaga y Martha Noya), en desmedro de representantes de organizaciones sociales e indígenas registrados en espacios con menores opciones de ser electos. Asimismo, no pasaron desapercibidas las intenciones de enrolar en sus filas al ex mundialista Marco Etcheverry, pero que al final desistió. El que no se hizo de rogar fue el también ex futbolista argentino, nacionalizado boliviano, Luis Cristaldo y la presentadora de ATB, Bertha Acarapi, pese a ser resistida por la propia militancia.
Lo cierto es que los frentes políticos que terciarán en las elecciones de octubre se han nutrido de personalidades y figuras mediáticas, con el propósito de “encantar” a la ciudadanía y lograr la preferencia del electorado. Atrás quedaron las divergencias político ideológicas que afloran entre las tendencias conservadoras y socialistas, pues no importó cruzar ríos de sangre, para incorporar a protagonistas que han hecho de la política su medio de subsistencia; tránsfugas y hábiles artificiosos que suelen arrimarse al poder coyuntural, o los tan necesarios levantamanos -al igual que los faltones- que abundaron en esta legislatura que finaliza.
Como electores, lo mínimo que podríamos exigir a los candidatos es obrar en consecuencia, guiados por sus más altos valores y principios éticos; anteponiendo el interés supremo del bienestar del país; la aprobación de leyes debidamente concertadas; la fiscalización de recursos del TGN, así como velar por las inversiones útiles y necesarias, evitando el despilfarro innecesario y superfluo que las más de las veces, simplemente alimentaron egolatrías enfermizas. Al menos eso merecemos las bolivianas y los bolivianos.
El autor es Mgr. docente e investigador, UMSS - Cbba.
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