Reflexiones
Ángela Marulanda
La traición, en un sentido más amplio, no se limita a la infidelidad entre parejas. La traición también puede ser social, familiar, profesional o incluso en relación con nuestros propios ideales.
Estamos socialmente condicionados para ser fieles, y cuando se trata de relaciones, existe una constitución secreta que rige a todas las parejas en la tierra: no traicionar de ninguna manera.
Independientemente del estilo en el que aparezca, las marcas que deja la infidelidad son profundas y eternas.
Los traidores no necesitan razón para traicionar. Ellos necesitan oportunidades. Quien traicione está más preocupado por las excusas que dará por el error que por las consecuencias del acto.
Traicionar es cualquier forma de lastimar a quien, un día, confió en ti. Nos traicionamos de tantas maneras que a menudo no somos conscientes de ello. Traicionamos cuando olvidamos las pequeñas bondades; traicionamos cuando pretendemos que todo está bien, cuando, de hecho, no lo está. Hacemos trampa cuando descuidamos nuestras propias voluntades para complacer a otros.
Traicionamos cuando dejamos de ser los protagonistas de nuestra propia vida, dejando que otros dicten las reglas. Traicionamos por varias razones, pero como dijo Nietzsche, “¿quién, por su buena reputación, no se ha sacrificado una vez?”. Traicionar no es un desliz diario, es una opción. Debe entenderse que nadie traiciona por accidente. Así como eliges ser fiel, la traición no es más que una opción voluntaria. La infidelidad no ocurre por falta de amor, sino por falta de respeto, es así y punto.
Por lo tanto, aceptar una traición es lo mismo que firmar renunciar a su propio respeto y dignidad.
“Creo que la mujer verdaderamente digna es la que detesta la traición, sea la que sea”.
– Florbela Espanca
LA TRAICIÓN ES DOLOROSA
El dolor de la traición es intenso porque nunca proviene de un extraño. Proviene de quien amamos y de quien permitimos el acceso total a nuestros sentimientos. Por eso es más fácil tratar con enemigos, porque ya sabemos qué esperar:
“¡Dejen que mis enemigos vivan!
Ellos, al menos, no pueden traicionarme “. (Henry de Montherlant)
Entonces entiende, que donde hay traición no puede haber amor. Las relaciones se hacen para mejorar la vida y no para llenar vacíos existenciales.
Nadie obliga a traicionar, es un acto voluntario. Una vez que entendamos esto podremos perfilar qué es lo que verdaderamente pretendemos de una relación y si estamos dispuestos a tolerar ciertas cosas o no.
INFIDELIDAD CONYUGAL
Aun cuando hay muchas razones para que una gran cantidad de matrimonios estén terminando en divorcio, una de las principales es la infidelidad conyugal.
La infidelidad no es un ‘accidente’ ni tampoco un desliz sin importancia, sino una traición que suele ser fatal para la estabilidad de la relación conyugal. Es un acto de deslealtad, no solo con nuestro cónyuge, sino con nuestros hijos y también con nuestras creencias y principios. Significa ser infieles al compromiso de formar un hogar estable en el que se cultive la vida de los niños y traicionar la promesa de formar una unión basada en la honestidad.
Ser fieles es mucho más que abstenernos de tener relaciones sexuales con otro o seguir casados hasta la muerte, a más no poder. Es dedicarnos a construir día a día una unión sólida e inquebrantable entre nosotros que supere los vaivenes de nuestros sentimientos; es dedicarnos a dar lo mejor de que somos capaces y luchar por crear todo lo que nos una, así como evitar todo lo que pueda desunirnos.
A decir verdad, la infidelidad no es un simple error involuntario sino un engaño, que arruina la estabilidad del hogar y pone en riesgo el porvenir afectivo de nuestros hijos, porque nuestro matrimonio es el libro en el que ellos aprenden lo que significa amar a nuestra pareja “hasta que la muerte nos separe”. Va a ser muy difícil que los niños puedan creer en el amor conyugal y formar el día de mañana una unión estable y perdurable cuando crecen en un hogar dividido por el divorcio o separación de sus padres. Tengamos en cuenta que el amor no es solo un sentimiento, sino una decisión y que “hacer el amor” es una forma muy poderosa de honrar la más maravillosa forma de encuentro entre dos seres humanos que se han comprometido a amarse para siempre.
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