Siria
El conflicto se recrudece en Siria. La Organización de Naciones Unidas (ONU) reveló que unas 400.000 personas se han visto obligadas a dejar sus hogares al noroeste del país, una zona que controlan los rebeldes y que ha sido blanco de bombardeos por parte del Gobierno sirio y ruso.
En Idlib, una de las provincias del norte más golpeadas por la guerra, ahora llueven cohetes. El conflicto en Siria, normalizado pero recrudecido, deja una cifra alarmante. Este 26 de julio la ONU aseguró que unas 400.000 personas han tenido que abandonar sus casas debido al recrudecimiento de los ataques aéreos al noroeste del país. Esto equivaldría a vaciar dos veces la ciudad italiana de Venecia, si así fuera el caso.
En los últimos diez días, los bombardeos del gobierno de Bashar al-Assad y sus aliados rusos han acabado con la vida de al menos 100 personas, entre ellos 26 niños, según la Alta Comisionada de la ONU para los DDHH, Michelle Bachelet. Escuelas, hospitales, mercados y viviendas se han convertido en objetivos militares, que han sufrido los estragos de una guerra que no parece tener fin.
"Estos son objetos civiles, y parece muy improbable, dado el patrón persistente de tales ataques, que todos están siendo golpeados por accidente", dijo Bachelet, y agregó que el creciente número de víctimas sufrió una "aparente indiferencia internacional".
El gobierno sirio y sus aliados comenzaron a finales de abril una intensa ofensiva contra el enclave rebelde en el noroeste del país, la última área de la oposición insurgente activa, argumentando que estaba respondiendo a las violaciones de una tregua. Pero la violencia, la muerte y la desolación han puesto de manifiesto una estrategia que está minando la vida de los más inocentes.
Provincias como Idlib, por no mencionar ciudades como Maarrat al-Nu'man, han sido reducidas a escombros. Las personas caminan sobre piedras, que antes cimentaron casas, centros de salud, puestos de comercio que avivaban el dinamismo en un lugar que ahora aceleran la urgencia de transportar a los heridos y la premura de esquivar los explosivos que caen del cielo.
La región más atacada del país, la del norte, alberga a unas tres millones de personas, de las cuales cerca de la mitad han sido ya desplazadas por un conflicto que se ha extendido por ocho años (inició en 2011). Algunos han huido a zonas menos asoladas por la guerra, pero igual de peligrosas, donde los campamentos locales no dan abasto.
Otros intentan refugiarse cerca de la frontera con Turquía, país que anunció estar decidido a combatir a las milicias kurdas al noroeste del país, así no tenga el aval de Estados Unidos. Convirtiéndose en un actor más, que agitaría una guerra, cuyos estruendos podrían amplificarse aún más.
“Terminen como terminen las negociaciones, estamos decididos a despedazar el terror al este del río Éufrates. No necesitamos permiso de nadie”, reiteró el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
La situación a esta altura, ya es insostenible. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización no gubernamental con sede en Reino Unido que sigue de cerca la guerra en Siria, más de 730 civiles han muerto en bombardeos aéreos en esta zona por parte del gobierno sirio y sus aliados desde fines del pasado abril. (france24.com)
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