En terapia intensiva

La paz mundial nunca estuvo fuera de peligro. Siempre estuvo en terapia intensiva. Para el colmo de males, postrada sobre una bomba de tiempo y amenazada, permanentemente, por vesánicos, que presidían potencias.

Los vendavales políticos, provenientes de algunas regiones en dificultades, la sacudieron, en el pasado mediato e inmediato, dejando a su paso un número indeterminado de muertos y heridos. Asimismo la devastación de ciudades e infraestructuras camineras.

Por medio estuvieron intereses políticos, ideológicos, económicos y otras, que generaron, en una actitud maximalista, conflagraciones que pusieron en vilo la paz mundial.

En ese marco, el país está conminado a redoblar esfuerzos, políticos en particular, a fin de coadyuvar con la paz mundial, en el entendido que un gesto de esta naturaleza redundará por la supervivencia de la especie humana. Así deberían deducirlo quienes representarán al nuevo gobierno a partir del mes de octubre del presente año.

En consecuencia, éstos tendrían que respaldar los propósitos que buscan reducir las tensiones internacionales, para que se impongan la distensión y la coexistencia pacífica. Y con este hecho se garantice la paz mundial y el bienestar de los pueblos. Que se contribuya a cultivar amistad, a practicar solidaridad e intercambiar tecnología.

Asimismo deberán propugnar la iniciativa que intenta detener la carrera armamentista y que los recursos destinados para este propósito sean recuperados para el desarrollo social y económico. Es decir para ofrecer una mejor calidad de vida, a quienes se debaten en la pobreza y extrema pobreza. Para mejorar los niveles de educación, de salud, de empleo, etc., no sólo en la región sino en el globo terráqueo.

Decisión de esta naturaleza debería surgir de común acuerdo, entre los países, grandes y pequeños, gobernados por derechistas e izquierdistas. Es necesario e imperioso promover una cruzada en ese sentido, ya que el desarme y la limitación de armamentos significarán vida, futuro y bienestar. Y las superpotencias deben comprometerse seriamente con este movimiento político en pro de la paz mundial. El objetivo es lograr, a como dé lugar, la limitación de los gastos militares.

Toda inquietud relacionada a salvaguardar la paz mundial debe unirnos a los pueblos de aquí, de allá y de acullá. Es que con una señal de esta índole no solamente estaremos fortaleciendo a ella sino la supervivencia del ser humano. Estaremos legando a las futuras generaciones bienestar y ganas de vivir.

Está en manos de los gobernantes ejecutar políticas que protejan la vida, o sea la paz mundial, evitando guerras e, inclusive, conflictos político-sociales, como los de Venezuela, porque éstos turban la convivencia pacífica, tan requerida ahora más que nunca.

En suma: sólo la unidad y el entendimiento de los pueblos logrará la recuperación de la paz mundial.