Que el 48 por ciento de la población boliviana no lee ni un libro al año, es una noticia aterradora e increíble. De ese total la mitad lee en mediano porcentaje y la otra mitad lo hace con mayor frecuencia y, finalmente, un mínimo porcentaje que lee. Nuestro leído vicepresidente, Alvaro García Linera, aseguró que leyó los 30 mil libros que juntó de su biblioteca.
Por si fuera poco, a esa alarmante noticia se suma otra no menos grave. Efectivamente, en últimos años fueron cerradas en La Paz once librerías y varias editoriales, lo cual significa que muchos escritores nacionales ya no publican libros, inclusive no se publica textos suficientes para uso de escolares. Otras varias editoriales están a punto de quebrar por la competencia de libros de origen en el contrabando, sin pagar impuestos.
En otros frentes, los escritores que aún quedan en el país lamentan que los tirajes de sus libros, que hasta hace diez años eran de mil y dos mil ejemplares, ahora no pasan de doscientos y, además, son vendidos difícilmente, pese a los bajos precios.
La noticia es escalofriante. Más aún, se la anunció en la Semana del Libro, cuando el acontecimiento debía ser conmemorado con datos optimistas, sobre edición de nuevos textos, apoyo a los escritores, difusión de la cultura nacional y no limitarse a ofrecer libros de cocina, temas infantiles y, en proporciones increíbles, asuntos bíblicos e historietas cómicas. Ni siquiera se encuentra publicaciones oficiales de ideólogos populistas de actualidad, que edita el gobierno para distribuir al boleo, como volantes y libelos difamatorios. También la lectura de algunos órganos de prensa se ha reducido y un medio oficial debe ser obsequiado por falta de interés de la población.
Pero la cuestión no es solo lamentar ese doloroso estado de cosas que, además, revela que el analfabetismo ha aumentado en el país y los valores de la cultura van quedando en el olvido, sino es una necesidad preguntarse el motivo de esta cuestión pública, ¿a qué se debe este problema tan grave, como cualquier pandemia o catástrofe geológica?, ¿podrá ser una falla de los ministerios de Cultura y Educación, sobre quienes recae esa responsabilidad? O bien, ¿por qué algunas autoridades se vanaglorian de no saber leer, se felicitan por no haber alanzado el bachillerato y se declaran contrarios a la Universidad?, condiciones que, por tanto, ¿serían las requeridas para llegar a las codiciadas cumbres del poder? ¡Solo Alá lo sabe!
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