Mientras S.E. utiliza los recursos del Estado a manos llenas, y entrega obras públicas como si fueran regalos personales por todo el territorio nacional, a la gente se la nota vacilante, desconcertada, indecisa, cuando quedan poco más de dos meses y medio para las elecciones generales.
El MAS está unido en torno a su líder y ahí no existe quien trate de cuestionar esa candidatura malandrina, porque es exonerado en el acto. En el MAS no hay disidentes y cuando los hubo perdieron, sin la menor chance ni notoriedad. En la oposición sigue la pugna de quién o quiénes enfrentarán en la recta final a S.E. Y justamente la complicación está en que si se trata de “quiénes” van a competir con S.E., significará que perdamos la última posibilidad de barrer del poder a un Gobierno ineficiente, corrupto, personalista, al que solo guía la ambición de perpetuidad.
Todos sabemos en Bolivia que para derrotar al binomio vicioso se necesita la unidad en torno a un candidato y no a dos o tres. Esto no es ninguna novedad, porque desde las penosas elecciones del 2014 se viene diciendo lo mismo: no repetir el funesto error de dividir a la oposición y darle el poder en bandeja a S.E., además con la barbaridad de facilitarle los dos tercios de iletrados parlamentarios para que solo obedezcan ciegamente y cometan los errores más insensatos.
El inconveniente está en que la oposición todavía no ha podido ponerse de acuerdo sobre quién representará a la inmensa masa de ciudadanos descontentos que quieren ver al MAS fuera del poder. Son, aproximadamente, dos millones y medio de compatriotas los que están esperando al candidato único. Cientos de miles de personas que están ansiosas y defraudadas al mismo tiempo porque ven que se oscurece el panorama por falta de un conductor.
En la primera encuesta de El Deber-CiesMori de hace pocos días, ganaba S.E. con 37% seguido por Carlos Mesa con 26% y Oscar Ortiz con 9%. No fue ninguna sorpresa, aunque Ortiz parecía haber subido más en la preferencia electoral. Se anuncia para este domingo otra encuesta de Página 7-Mercados y Muestras, que seguramente dará nuevos elementos de juicio, que, ya lo hemos dicho, no se trata de cifras indiscutibles, escritas en piedra. No obstante, será otro parámetro de juicio más, para ver de una vez si los números ya determinan una tendencia clara en la oposición.
La ciudadanía no se va a quedar esperando encuestas hasta octubre para decidir por quién votar. El poder no se gana con encuestas. Hay que decidirse ya. De nada van a servir los enconos que existan en Santa Cruz contra Carlos Mesa si éste está en condiciones de acortar los diez puntos de diferencia con S.E. para ir al balotaje. Que Mesa no se hubiera portado bien con los cruceños, no significa que los masistas se hayan portado mejor, porque al margen de algunas concesiones que S.E. está haciendo últimamente, como liberarnos de los inaceptables cupos a nuestras exportaciones, sabemos que no ha existido régimen que nos haya humillado y maltratado más, acusándonos de separatistas y terroristas y enviándonos a la cárcel y al exilio.
Ortiz tiene su fuerza aglutinada mayormente en Santa Cruz. Cuenta con el más grande partido opositor, con buenos candidatos que están trabajando incansablemente y que merecen estar presentes en la Asamblea. Entonces, no queda más que intentar nuevamente, con la mente abierta, sin soberbias ni engreimientos, un nuevo acercamiento entre todas las fuerzas, que liberen las tensiones en que viven los bolivianos inconformes con el prorroguismo.
Ya lo han dicho los políticos y comentaristas, que en octubre habrá una suerte de referendo: o se va S.E. o se queda para siempre. Democracia o autocracia. No interesa tanto quién sea el candidato opositor, Ortiz, Mesa u otro, como quien sea el indicado para ganarle a S.E. Ahí está lo único importante. Pero para eso tiene que ir a la batalla final uno solo. Si van dos, la ecuación ya no sirve.
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