Devuelvan la confianza y la esperanza al pueblo boliviano

El pueblo boliviano, particularmente, vive, sobre ascuas, pensando en los días que se sucederán, luego de los comicios de octubre venidero. No es optimista, sino pesimista, porque está persuadido que éstos no representan ninguna solución a sus problemas más apremiantes, sino que son una de las manifestaciones de la praxis democrática. Y nada más.

Con temor, indudablemente, a un alza de precios en los artículos alimenticios, cosa que desbarataría sus sueños de alcanzar bienestar social. Una mínima elevación, por decir, en el costo del pan de batalla, provocaría el desajuste en su magra economía. No olvidemos que el pan es el alimento de los pobres.

El pueblo boliviano sabe de la escasez y carestía de alimentos. Lo ha experimentado en los desastrosos tiempos del udepismo. Entonces ha vivido una situación similar a la Venezuela.

Hubo, en esa época, nos referimos a la década del 80, del siglo pasado, un líder de la izquierda nacional que prometía, al pueblo boliviano, solucionar, en cien días, la delicada situación económica del país, que implicaba hambre, miseria y muerte prematura. Pero que fracasó, rotundamente, y por lo tanto le acortaron, inclusive, su mandato constitucional. De esa manera se fue, por haber despertado falsas expectativas. Asumió el poder respaldado por el voto popular. Y sus partidarios, que vociferaban “viva Bolivia libre”, quedaron defraudados, en absoluto.

Obviamente que después de las elecciones generales, y esto lo hemos visto en reiteradas ocasiones, se presentan sorpresas, que le dejan a uno absorto y boquiabierto. En consecuencia: las promesas electorales, no se cumplen. O son tergiversadas, a fin de confundir. La humildad se la cambia por soberbia. Se recurre al maquiavelismo, que alecciona: “dividir para reinar”. Se ignora la vocación de servicio y se practica la vocación del bolsillo. No se atiende, debidamente, las demandas del pueblo, en la búsqueda de mejores días.

En este contexto la población le tiene miedo también al futuro, porque los candidatos no se han dignado en difundir sus ofertas. Parece que éstos han priorizado las acusaciones, trascendentes e intrascendentes, y no así las propuestas, de interés nacional. Por ello es que tiende a crecer el pánico en la ciudadanía. Incluso se incrementa el número de descontentos con la realización de elecciones.

Pues no se han preocupado por dar a conocer sus sueños, sus inquietudes y proyectos, que tendrían que promover el progreso nacional, por el bien común.

Y no sabemos, con certeza, quiénes asumirán el gobierno, después de las elecciones. Según las recientes encuestas nadie tiene la fuerza suficiente para arrasar electoralmente. Por lo visto los candidatos están rengueando en la competencia electoral que culminará en octubre de 2019.

En suma: es urgente e imperioso devolver la confianza y la esperanza al pueblo boliviano y no solamente obligarlo a sufragar.