Desde la tierra
Este 5 de agosto se conmemoró un nuevo aniversario del fusilamiento de trece jóvenes españolas- casi todas tenían 18 años y la mayor 29- en una calle de Madrid. La Guerra Civil española había terminado oficialmente el 1 de abril de 1939, después de tres años de cruentos enfrentamientos. Sin embargo, el régimen franquista continuó con su estela de muerte hasta 1975.
El asesinato de las militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, JSH, tenía no sólo el objetivo de asustar a los sobrevivientes de la contienda sino de castigar especialmente a las mujeres combatientes de la República, a las cuales se intentó por años denigrar en distintas dimensiones.
Aunque se conoce mucho sobre los internacionalistas que llegaron de todo el mundo para defender al gobierno legítimo español, incluyendo escritores legendarios, los propios historiadores comunistas no han difundido lo suficiente el rol de las extranjeras que se enrolaron para combatir al fascismo.
La República había reconocido desde el inicio de la década de los treinta derechos civiles y sociales a las mujeres españolas como el derecho al voto, el divorcio, derechos sociales y la promesa de la igualdad en todos los terrenos, incluido el doméstico.
Por ello, las muchachas se alistaron como milicianas porque sabían que el fascismo sería un retroceso, como fue de hecho hasta los años setenta del siglo pasado. En 1933 había dos diputadas, Margarita Nelken y Victoria Kent, después hubo varias otras en la vanguardia de las batallas. Fue famosa una chica Rosario inmortalizada por el poeta Miguel Hernández como la “dinamitera”.
Aunque no eran muchas, su actuación fue notable y actualmente hay estudios sobre su rol en el frente de combate, o en la retaguardia como enfermeras, cocineras, costureras y prostitutas. En la CAIXA de Barcelona es posible contemplar los afiches de la guerra civil donde se intentaba superar las barreras de clase, sin amas y sin criadas, milicianas. En el 70 aniversario se colocó una placa en Madrid por las Trece Rosas.
También quedó como emblema de esas guerreras la comunista Dolores Ibárruri, la famosa “Pasionaria” y su consigna: “No pasarán”. Exiliada durante décadas, no dejó de denunciar en diferentes escenarios al régimen franquista y a la represión particular contra jóvenes y contra mujeres.
Igual que para el estallido de la Revolución de Octubre o para la formación de los primeros sindicatos en las minas de Bolivia, las mujeres se rebelaron antes que sus maridos porque sabían el significado del aumento del costo del pan o de la pulpería.
La idea de la miliciana fue traída a Bolivia por los primeros exiliados españoles. Según recordaba Líber Forti, los comunistas importaron esa figura que luego pegó entre los combatientes de la Revolución de Abril de 1952. Entre las más destacadas estaba justamente la compañera de uno de ellos, Rosa Lema de Lluch, aguerrida diputada que entraba al hemiciclo con su revólver en el cinto.
En otras revoluciones como la cubana, la sandinista, la salvadoreña, las guerrilleras ocuparon puestos de vanguardia, como Vilma, Mónica, Dora María, Ana María. Posteriormente se las dejó en tareas sociales y en el caso de Nicaragua están actualmente en la oposición a Daniel Ortega, otro represor de jóvenes y mujeres.
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