En el actual panorama político de Bolivia -en vísperas de una cuestionada elección presidencial, con un candidato vetado por la Constitución, por el referéndum del 21 de febrero de 2016 y la población que se opone a la candidatura que trata de eternizarse en el poder- se encuentran aspectos espinosos, dignos de observación o, por lo menos, de algún análisis por su ostensible presencia.
Uno de ellos es que mientras en el interior del país existe una oposición notable al gobierno, expresada en múltiples manifestaciones de fuerza en las calles y campos, en el exterior prima, entre algunos sectores, un apoyo funcional a la burocracia insensible y satisfecha, aspectos que merecen ser examinados por sus diversas características objetivas y subjetivas.
Por un lado, un aspecto de interés es el referido al optimismo del oficialismo en torno a la situación económica del país, como el del presidente del Banco Central que dice vamos viento en popa, a toda vela y construye castillos imaginarios, mientras la opinión pública percibe que la realidad económica está en la pendiente inclinada de una crisis ostensible.
En cuanto al segundo punto, se observa el optimismo de altas autoridades que afirman que baja el nivel de la inflación y sube el crecimiento económico del país, mientras, por otro lado, los datos objetivos que percibe el pueblo revelan una perspectiva muy contraria y poco halagadora.
En ese último sentido se tiene, por ejemplo, la caída del volumen de las exportaciones de gas y el considerable descenso de los ingresos monetarios, de divisas que se proyectan a todo nivel desde las arcas del Estado hasta el bolsillo de último habitante del país. Los ingresos están en declinación por la abrupta caída de los precios de materias primas, finalización de contratos, observaciones de los compradores, etc., pero, en especial debido a que la producción y exportación de gas está en sus últimos alientos.
De otra parte, la producción minera también está en caída por la baja productividad, el jukeo, fallas administrativas, obreros supernumerarios, gastos irracionales, presiones partidarias. El ingenio “Lucianita” sigue siendo un “elefante blanco”, etc. La producción de minerales cayó de 600 a 480 toneladas al mes, mientras la cotización se desplomó en cerca del cincuenta por ciento, sin posibilidad de repunte. En otro aspecto, la burocracia estatal, aumentada en proporción geométrica, solo consume salarios elevados y muy poco produce.
A ese panorama se agrega la crisis agraria en gran parte del país, que ha dejado de producir alimentos, mientras el gobierno alienta la producción de etanol, coca y no hace ni el menor esfuerzo para subir la producción de papa, trigo, verduras, fruta, etc., mientras crecen el contrabando, las importaciones oficiales y privadas que dan muerte a la industria nativa y aun a la artesanía.
En fin, se observa un panorama desolador de la realidad nacional y una visión ilusoria de las autoridades, con el agravante de que éstas últimas solo creen, cegadas por un denso manto de irrealismo, en un mundo unipartidario, donde la cornucopia de la abundancia derrama sus mieses, causando la felicidad y el jolgorio de una ciudadanía, en realidad desorientada por las falsedades y errores, y de la cual esperan su voto para la re-reelección del candidato vetado por la Constitución, por el referéndum del 21F y por antecedentes históricos que saltan a la vista con agudos ejemplos.
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