La vainilla, una esencia que es lograda solamente en un país -Madagascar-, tiene precios muy altos en el mercado mundial, tanto por su calidad como por su aceptación, por ser producto requerido en las actividades culinarias; normalmente tiene precios altos debido a lo complicado que resulta su producción. Es un proceso de muchos pasos, según la compañía británica “Fona”, que describe: “las primeras flores aparecen sólo tres años después de la plantación del árbol. Cuando madura y empieza a dar vainas, el ciclo tradicional de su producción, desde la floración hasta el envío a los importadores, dura entre 10 y 16 meses”.
Hace algunos años, varios expertos han señalado que nuestro país cuenta con el clima, el agua y los terrenos para cultivar vainilla; pero el anuncio quedó en nada porque no surgió interés en empresarios que estén vinculados a la agricultura o el posible aprovechamiento de estas plantaciones que “podrían reemplazar los altos precios de la plata”.
La industria alimenticia ha logrado sustitutos artificiales para la vainilla; pero, en general, la industria consumidora en gran escala prefiere el producto natural, que siempre cuenta con grandes mercados en el mundo y la preferencia irremplazable tanto en el sabor como en el aroma, que son atractivos, sanos, nutritivos y comerciables. Hasta el año 2015 el kilo de vainilla llegó a costar 600 dólares, un precio que muchas veces es superior al de la plata. Según aseguran los entendidos, el producto puede ser cultivado en cualquier clima y región, especialmente en lugares donde el peligro de ciclones y grandes tormentas no exista.
La vainilla, al igual que el cacao y otras especies, precisa inversiones y, lógicamente, la especialización en su cultivo de personas que, logrados estudios al respecto, podrían constituirse en educadores para especializar a campesinos y empresarios que logren la infraestructura y las condiciones para cultivar cacao y vainilla que, junto a otras especies como anís, orégano, pimienta, canela, clavo de olor y otros contarían con mercados seguros y, además, con precios altos.
El hecho de que la vainilla pasa por diversos procedimientos para su producción, muchas veces desanima a posibles empresarios que, con las debidas inversiones y los estudios necesarios, podrían convertirse en excelentes productores; por ello, debería haber interés en universidades agronómicas como en entidades que demuestren deseos para alentar a jóvenes agrónomos en esta industria que podría dar como resultado muchos capitales que luego puedan abarcar la explotación de otros productos necesarios en la industria alimenticia.
Como todo inicio de cualquier producto agrícola, el cultivo de vainilla seguramente tiene sus riesgos; pero si existe la voluntad de conseguir éxitos y si hay el propósito de vencer las dificultades, es posible superar cualquier problema, mucho más sabiendo que los precios para el producto tienden a subir más en los mercados.
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