Muchas veces en la historia de nuestro país, el pueblo ha recibido promesas de cambio de políticas negativas ejercitadas por algunos regímenes; han hecho hincapié en que “todo debe cambiar conforme a los cánones constitucionales y las leyes”; pero, llegados al poder han hecho escarnio de lo prometido y actuado en forma más negativa y hasta han llegado al extremo de desinstitucionalizar al país actuando con conductas erróneas, manejos festinatorios de la economía procedimientos ajenos al bien común. Y la verdad asoma de una u otra manera; con el transcurrir del tiempo, ha surgido la convicción de que “todo no puede continuar igual y que serían justos cambios de conductas y procedimientos” en aras de conseguir respeto y consideración ciudadanos.
A veces, los partidos políticos parece que maduraron en sus formas de pensar y obrar, con excepción de áulicos y personas sin noción de legalidad y sin conocimiento alguno de la Constitución creen que el poder debe servir a unos cuantos y el pueblo ser relegado a planos muy secundarios de la vida nacional. Es preciso entender que la sociedad o pueblo en general necesita para el desempeño de sus actividades tener conciencia actuando con honradez, honestidad y responsabilidad; entender que el país requiere de todos sus ciudadanos actuaciones límpidas en la política y conductas honradas y responsables en el manejo de los bienes del Estado. Se habría comprendido que hay tres valores que es preciso tener en cuenta: que la libertad implica tener autoridades que obren con libertad y sólo ajustadas a los valores morales, a la Constitución Política del Estado y a las leyes; que los hombres sin libertad se sienten esclavos, sin autoridad confiable, digna y responsable en todos sus actos; sin autoridad, porque todos quieren mandar y, finalmente, sin la vigencia de las leyes sólo hay anarquía que es caos y confusión, que sin leyes es como un tren sin rieles; el hombre, respetando a las autoridades obedece y cumple con quienes fueron elegidos para gobernar. Una autoridad sin libertad de contar con una justicia transparente, límpida y honesta en la administración de la Constitución y las leyes no es libre y se vuelve despótica y anárquica y se olvida que la libertad sin respeto al conjunto de la sociedad se convierte en un mundo caótico, desagradable y ajeno a los sentimientos del pueblo.
Es urgente que los políticos entiendan que la convivencia entre los ciudadanos tiene que funcionar de tal modo que eviten convertirse en lobos dispuestos a devorarse unos con otros, con palabras o hechos que sean negativos y contrarios a la moral y a las leyes. El hombre, por principio, no puede ser contrario a sí mismo, no puede convertirse en lobo haciendo cierto el dicho latino: “homo, homini lupus” (el hombre, lobo del hombre). Entender que el pueblo cuando elige a un gobierno quiere decir que es el depositario de su confianza y la confianza va desde el ciudadano al gobierno y desde el gobierno al ciudadano. Cuando la confianza se pierde, la sociedad se convierte en caos y el caos no es el elemento preciso ni para gobernar ni para ser gobernados con libertad y justicia porque el caos no es el elemento indicado para que un país y sus habitantes tengan desarrollo, prosperidad y goce de libertades en todas sus expresiones y alcances.
El sacrificio y austeridad no tiene que ser retórica para unos y vivencia diaria para otros, porque sin sacrificios que muchas veces se exige al pueblo y la austeridad que no es practicada por las autoridades se convierte en latigazos que castigan las espaldas de los gobernados porque la autoridad asumió la posición de tiranía dispuesta a los peores excesos en contra de su pueblo; en otras palabras, no se puede amar a la Patria sin compartir con el pueblo tanto en sacrificios como penurias sea por causas naturales como son las enfermedades o necesidades como carencia de alimentos, educación, salud y condiciones dignas de vida que debe ser parte del diario existir.
Es importante entender que la democracia es el gobierno del pueblo por el pueblo, pero no ruina del pueblo por el pueblo. La libertad tiene que ser siempre un valor que coexista con otros; para valorizar la libertad hay que saber discernir lo que conviene al bien de todos de lo que puede hacer que unos se estén estrellando contra otros, porque no se es libre para pisotear a otros, se es libre para vivir con otros y para otros. Es, pues, mucho que deben aprender y tomar en cuenta los políticos, especialmente los que aspiran a gobernar al pueblo, gobernar que es servicio con amor, altura, honradez y honestidad.
Políticos aspirantes al gobierno deben entender que la autoridad tiene dos caras, la moral y la legal: la moral se adquiere con la vida y por la vida; y la legal la otorgan la Constitución y las leyes. Es preciso comprender que el pueblo o sociedad es una familia compuesta por muchas entidades y personas que cuando los tiempos se hacen difíciles tienen que luchar para construir y no para destruir. Es necesario entender que no hay país que no necesite reconsiderar sus opciones en algún tiempo de su historia y cuando se ve que no hay trabajo, hay pobreza y necesidades, sufrimientos en el pueblo, es preciso encararlos con serenidad y amor, con caridad y conciencia; entonces cuando hay presencia de paros y multiplicación de huelgas que lastiman y perjudican conviene preguntarse entre todos a dónde puede llevar todo esto.
Finalmente, bien se puede sostener que la libertad y la democracia descansan en la justicia límpida y correcta para convertirse en pilar o sostén de un buen gobierno y una sociedad responsable y consciente de sus deberes y derechos.
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