Martín Castro Soliz
Aquellos muchísimos casos de corrupción y violencia, protagonizados paradójicamente por uniformados del verde olivo, han producido una indignación colectiva de la ciudadanía boliviana. Por lo que se necesitaría alrededor de un quinquenio para diseñar una nueva Policía.
La Policía fue creada tan inmediatamente después de la fundación de nuestra república, para prestar a la población el debido resguardo a su seguridad, pero ya se ha perdido ese horizonte, pues casi a diario policías que no aman ni respetan a su institución se ven involucrados con la corrupción o violencia, jamás conocidas en el país.
Alejados de sus principales funciones, esos malos policías, con sus hechos, atemorizan a la sociedad boliviana, pues se tiene una gran implicancia con el delito y que queda generalmente en la gaveta del olvido.
En tanto, los que gobiernan el país se encuentran enfrascados en otros afanes, precisamente alejados de sus principales funciones, sobre todo en esta etapa electoral, no tienen la capacidad de gobernar con buena diligencia y capacidad, en la protección a niñas y mujeres jóvenes de nuestra sociedad.
El caso de la niña en la ciudad de Cochabamba, violada, prostituida por uniformados, ha calado hondamente la sensibilidad humana, no solamente ella ha sido violentada en su integridad, amenazada, sino que era obligada a cometer acciones delictivas con la venta de pastillas abortivas, fruto de ello fue encontrado el principal sindicado con cerca de diez mil bolivianos en su poder en la hora de su aprehensión, por lo que queda establecido que estos individuos de uniforme ya olvidaron el lugar donde se encuentran. No olvidamos también el caso protagonizado por uniformados en el municipio de Rurrenabaque con la joven brasileña que fue maniatada y violada por sujetos que guardaban su poder machista detrás del uniforme.
Lo que hemos conocido hasta ahora es que el delito ya se ha institucionalizado estructuralmente, tanto dentro como fuera de la fuerza de orden, que contrariamente se ha dedicado a otras actividades vinculadas con el desvío de las funciones de la Policía nacional, resaltando aquellas como: tráfico de influencias a través de pagos por jugosos destinos.
Además, algunos jerarcas policiales se hallan vinculados con el narcotráfico de variadas maneras, como en el conocido caso Montenegro.
A ello se puede sumar el caso inconcluso de corrupción en las entidades de-formativas de la Policía, acontecido en la Academia de Policías, con el ingreso, previo pago de coimas, de los futuros policías.
Entonces, se puede aseverar, ante estos hechos de la realidad, respaldado por la opinión pública, que ha llegado la hora de plantear una desestructuración del delito en la institución y recuperar sus principios y valores con los que fue creada, para el respeto a la justicia y los derechos humanos.
El pensar en la necesidad de dejar de contar con la institución del verde olivo sería un extremo total, pero hay que pensar desde la ciudadanía con darle un giro institucional, con una nueva tonalidad a la fuerza de lucha contra el crimen. A la entidad del verde olivo la necesitamos íntegramente, por lo que su moralidad tiene que ser repuesta.
El autor es analista político.
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