Muchas veces, ante las dificultades por las que se pasa en el diario vivir, la población se siente inerte, abandonada “a su suerte” pensando que ha sufrido abandono por parte del Creador. El obispo auxiliar de El Alto, en homilía a sus feligreses, dijo que efectivamente el ser humano es propenso a olvidar la palabra de Jesús que muestra caminos correctos para enfrentar el diario batallar contra dificultades. Consciente de que la palabra eterna de Dios, plasmada en los Evangelios, muestra caminos correctos para el diario vivir.
El prelado dijo claramente: “Lejos de las palabras de Jesús nos hacemos más insensibles, lejos de la palabra desacreditamos a los demás, lejos de la palabra de Jesús hacemos oídos sordos de lo que necesitan los demás, lejos de la palabra de Dios nos deshumanizamos”; lo expresado muestra que el auto-abandono del hombre a sus problemas, le dificulta la solución de muchos de sus sufrimientos porque no camina por las sendas que pregona la doctrina cristiana. Jesús expresó que Él es el pan de vida, el Padre presto a ayudar a sus hijos, el alimento diario que suprime cualquier necesidad o hambre; pero nuestra suficiencia y creencia de que podemos todo por nosotros mismos, nos ciega y evita que actuemos conforme a las propias convicciones religiosas y actuamos lejos de lo que sentimos en conciencia.
La costumbre de sentir ser cristianos o católicos nos reconforta; pero si no hacemos práctica de esa convicción, difícilmente podremos doblegar o dominar nuestro carácter, nuestra forma de ser; es imposible que podamos superar los malos momentos y el descargo que hacemos en contra de los demás cuando enfrentamos dificultades.
No acudir a Dios, que es el Padre de todos, es, prácticamente, ignorarlo, sentirnos alejados de Su misericordia y Su bondad; hacemos abstracción de lo que creemos y sentimos cuando solo hacemos ostentación de nuestras creencias religiosas y, muchas veces, por respeto humano, por vergüenza de confesar nuestro credo, creemos ser suficientes y como tales podemos afrontar cualquier dificultad, especialmente en momentos difíciles, sea en lo económico o en cuanto a la salud corporal, en los momentos conflictivos, cuando creemos perder hasta las esperanzas.
No pensar ni sentir conforme a la fe en la palabra de Jesús es abandonarnos y alejarnos del refugio que son la fe, la esperanza y la caridad; es ignorar a nuestros semejantes porque renunciamos al sentido de solidaridad con quienes nos rodean y nos necesitan, tanto como nosotros podemos precisarlos. Tiempos difíciles, de dificultades muchas veces causadas por los desatinos de la política partidista o por las cuestiones económicas o también por razones de salud, cuando tenemos conciencia de que teniendo fe en los demás y en nuestra capacidad para superarnos, podremos vencer lo que sobrevenga en la vida y, mucho más, teniendo permanente con nosotros las palabras de Jesús que son vida y esperanza.
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