Se viene sucediendo una serie de hechos de tránsito con resultados cada vez más trágicos, como es de conocimiento de la opinión pública, sin que las pregonadas medidas preventivas se hagan realidad. Los más graves de estos accidentes en los últimos días han sido el de Charazani (entre La Paz y Apolo), con la muerte de 15 personas: médicos y egresados de medicina, además de 20 heridos. El otro caso se produjo en la carretera Oruro-Potosí, muriendo 11 personas. El primero se debió a exceso de velocidad y el segundo por invasión de carril de una volqueta conducida por un conductor en estado de ebriedad. El número de fallecidos en ambos hechos es escalofriante, sin contar otros parecidos.
Las principales e inocultables causas de estas tragedias son el alcoholismo de los choferes del transporte por carretera y la ineficiencia policial, llámense organismos de Tránsito o controles a cargo de esa institución. De la Policía Caminera se habló en algún momento para brillar pronto por su ausencia. La Policía Boliviana ha enunciado por lo menos 10 medidas de prevención a este respecto, pero no han pasado más allá de promesas.
El anunciado “Plan de Pasajero Seguro” incluía el GPS en todas las unidades de pasajeros, pero careció de implementación. Ahora se menciona el uso de drones como moderno instrumento de control. La experiencia demuestra que las instituciones del ramo o no tienen voluntad de practicarlas o carecen de autoridad o de medios, si fuera una de estas falencias mejor sería no enunciarlas.
Siendo el alcoholismo el origen de tan lamentable situación -acompañado de la irresponsabilidad de los que se ponen al volante y de los dueños o administradores correspondientes-, el control de alcoholemia debería ser norma ineludible en todas las terminales, a cada conductor de viaje, así como en las “trancas” de las carreteras. Es sabido que en éstas cualquier irregularidad es posible mediante el soborno.
El alcoholismo como flagelo social debe merecer políticas públicas serias, en conjunto del Gobierno Nacional, Gobernaciones y Alcaldías, depurando al máximo bares, cantinas, discotecas y puestos callejeros de venta de bebidas y licores. Pareciera que se ignora que el alcoholismo es la causa de los feminicidios, violaciones y de la perdición de los jóvenes, hombres y mujeres, conformado el cuadro deprimente de nuestra sociedad. El Gobierno, en especial, pretende que la propaganda ciega a la gente y que suple sus omisiones. Es tiempo que cumpla sus deberes en este campo, como en los de urgente atención.
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