Pocos niños, hablando del contexto por lo menos urbano, no han escuchado con ilusión alguna vez la célebre canción de María Elena Walsh, “El reino del revés”. La insólita letra subvierte todo el orden natural entre lo que es y lo que la imaginación de la autora permite. Pero es eso lo que a los más pequeños les gusta, jugar con la fantasía y creer que lo inverosímil pueda ocurrir.
Mas, hay realidades que superan la ficción y hacen que el escenario casi demencial que vive Bolivia, ha permitido que los que habitamos esta tierra nos hemos acostumbrado a la intolerancia de lo que es correcto y a la severa reprobación de lo que se espera como justo. En la Bolivia de hoy se convoca a un referéndum con la promesa de respetar sus resultados, pero el gobierno lo desconoce pisoteando la Constitución.
En la Bolivia de hoy campea el narcotráfico, (después de todo lo hubo desde hace muchas décadas) solo que ahora lo cometen las autoridades puestas para combatirlo. Hace más de un año se perpetra un trágico asalto a una joyería de Santa Cruz y la Policía llega al lugar, pero para ultimar a la víctima.
En esta realidad en que todo anda patas arriba, cuando se duerme en una cama carísima (aunque sea de industria nacional) no debe resultar fácil imaginar que la gran mayoría debe hacer guiños a sus dolores para hacer fila desde las 4:00 a.m. en busca de una ficha que le permita mitigarlos; pensar en curarse es una utopía. Bueno, después de todo, quedan internados durmiendo en los pasillos de lo que nosotros llamamos hospitales de referencia.
Pero no todo es tan malo, porque tenemos leyes que definen claramente lo que es violencia y acoso contra la mujer. Perdón, olvidé que el Presidente humilla a las mujeres, las denigra y atenta contra su honor, claro que no lo hace siempre, solo a veces, entonces las propias mujeres del proceso de cambio lo festejan, y… nada pasa. Tampoco hay que ser muy negativo, porque felizmente tenemos una ley contra el racismo y toda forma de discriminación, que funciona diligentemente cuando los opositores sugieren muy sutilmente alguna superioridad sobre sus contrarios; pero como eso de que “todos somos iguales ante la ley” no es tan cierto, nuestros primeros magistrados pueden libremente inducir y de manera expresa y pública a que los k’haras sean sacados a patadas de determinados contextos geográfico-raciales. No hay que alarmarse por eso.
Es clarísima la ley que obliga a que los candidatos a las dos primeras magistraturas deban pasar por elecciones primarias, pero no para el TSE, que considera que eso no es aplicable. Y es que cuando el servilismo campea, la sindéresis se hace humo. La Ley 700 protege los derechos de los animales, sancionando drásticamente su maltrato. Eso sí, los legisladores con entusiasmo alientan la degollación de perros para saciar el hambre de la pachamama.
Y no abundamos en cuanto al irrespeto a la ecología, en las groseras confesiones de los comandantes de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas que no saben que sus misiones son las de resguardar el orden público y la soberanía nacional, respectivamente, en vez de adscribirse abiertamente al gobierno y a la tendencia ideológica que lo sustenta.
Necesitaría muchísimas líneas más para demostrar que en este reino también “nada el pájaro y vuela el pez”, pero todos ya lo sabemos: nos cuentan que somos el país de mayor crecimiento, y en cambio sesgan que tenemos el mayor déficit fiscal de Sudamérica. Nos dicen que la pobreza es cosa de la tenebrosa historia neoliberal, pero las calles están atestadas de menesterosos; que la tasa de desempleo es asunto casi liquidado, pero los niños están siendo pilares económicos de sus familias. Ahora los jueces delinquen y los llamados a dar seguridad, violan. ¿Que dimos pasos importantes en nuestra aspiración marítima, justo cuando perdimos un juicio que anula toda posibilidad jurídica de reivindicación? Claro, es que en este reino, “dos y dos son tres”. Esto ya es una locura; en fin...
El autor es jurista y escritor.
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