Clepsidra
En menos de lo que canta un gallo, la madre naturaleza nos vino a demostrar su terrorífico poder, colocándonos frente a uno de los mayores desastres ecológicos que los bolivianos recordemos, como es el incendio de 500.000 hectáreas de bosque, con toda su biodiversidad incluida, en el hermano departamento de Santa Cruz.
A esta triste noticia se añadía un informe del Servicio de Aeropuertos Bolivianos, sobre el inicio de un incendio forestal en inmediaciones del aeropuerto de Viru Viru, de cuyo desastre habrían resultado afectados los terrenos de la parte pública del aeródromo, en una extensión aproximada de 600 hectáreas, siniestro que pudo ser controlado, gracias al plan de emergencia del aeropuerto y la invalorable ayuda del personal del servicio de salvamento y extinción de incendios de Sabsa.
No olvidemos que toda esta tragedia tuvo inicio en la localidad de Roboré, con una duración de varios días, dejando el lamentable saldo de muchas familias que perdieron sus casas, sin que pudiese ser controlada, por la carencia de equipos y herramientas apropiadas, como un hidroavión o helicópteros listos para sofocar este tipo de percances, en lugar del millonario parque de lujosas aeronaves que están, actualmente, al servicio de los burócratas oficiales.
Una de las causas de esta desgracia radica en la actitud de los colonos trasladados de la zona andina a las tierras de Roboré y San José de Chiquitos, más con fines políticos que ambientalistas, los cuales, en su afán de ampliar la frontera agrícola y su costumbre de chaquear la tierra; amparados por un decreto irresponsable, que les permite dichas quemas, en medio de ese ecosistema diferente, sabe Dios si cumplieron con su propósito, y de paso, extendieron aviesamente esas áreas, para destinarlas a la expansión de cocales.
Es necesario aclarar que, en medio de esta adversidad es cuando los bolivianos solemos y debemos mostrar nuestra mejor vocación de unidad, y no en pasajeras componendas políticas orientadas a unas elecciones presidenciales fraudulentas, que sólo nos llevarán a la desunión y al enfrentamiento. Es ahí que esta tragedia debería superar con creces la simple unión de fórmulas de un Sr. Mesa con un Sr. Ortiz y, mucho más por supuesto, aceptar dichos comicios con el ilegal binomio oficialista.
La declaratoria de desastre departamental, que obliga al gobierno a coadyuvar en las tareas que estén destinadas a atender tal emergencia, también lo obliga a garantizar a las comunidades que viven alrededor y dentro de la Reserva de Vida Silvestre de Tucavaca, que se ha convertido en una atracción turística mundial, y una importante fuente de ingresos para la nación.
Es menester que todo el poder ejecutivo de la nación, por el momento atareado en una fiera campaña electoral, con miras a las eventuales elecciones a realizarse el mes de octubre próximo, se desplace, no solo a la zona de Roboré, sino también a San Ignacio de Velasco y a la Chiquitania en general, en auxilio de este desastre que nos convoca a todos los bolivianos, a apagar el fuego, y salvar la democracia.
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