Cuatro vientos
En los primeros cuatro años del Siglo XX, Bolivia cumplía 80 años de vida republicana. El mundo aún estaba dominado por la libra esterlina, moneda universal tanto en los territorios coloniales europeos como en América Latina, liberada de los ejércitos realistas españoles a fines del Siglo XIX.
El “take-off” o despegue económico europeo y americano posibilitaba el desarrollo de nuevas industrias y éstas influían, a su vez, en la búsqueda de nuevos inventos, tarea de grandes científicos.
El ferrocarril, el motor a combustión interna, la transformación del petróleo en producto energético, la elaboración del caucho, el descubrimiento del hormigón armado, el imperio de los barcos a vapor, el primer vuelo de un aeroplano, realizado en 1903 por los hermanos Wrigth; en 1904 la construcción del Transiberiano que unió a Moscú de los zares con Vladivostock, anunciaban un Siglo XX prodigioso para la Humanidad.
Se había inventado el telégrafo sin hilos, sistema basado en las ondas gertzianas y ya existía la grabación magnética del sonido. También comenzó la era de los frigoríficos móviles y para tenerlo en cuenta, surgió el proteccionismo de Estado, lo que en principio del Siglo XX fue “nacionalismo económico”.
Imaginamos en este período histórico, el 5 de abril de 1904, fecha en que nacía EL DIARIO, fundado por la familia Carrasco, en la ínclita ciudad de La Paz, no sólo cuna de la libertad, sino de nuestra propia República de Bolivia.
EL DIARIO comenzó como vespertino, hasta su número 8, en la casa No. 5 de la calle Illimani, donde estaban sus oficinas y talleres. Después continuó con su faena de informar y de generar opinión, justo en el centro de la calle Loayza, custodiado por “El Prado” y la avenida Camacho, soportando como música de fondo, el curso de aguas que forman, kilómetros abajo, el Choqueyapu y Río de La Paz.
Si pudiéramos retroceder en el tiempo, tal vez sorprenderíamos a la gente que editaba el primer número de EL DIARIO, las cajas de linotipo, distribuidas por letras mayúsculas y minúsculas, espacios, puntos, comas y algunas decoraciones de fin de página. La pesada máquina de impresión. Los especialistas en clichés, que grababan imágenes, dibujos y la naciente fotografía social.
El Director, en este caso el señor José Carrasco, escribiendo su editorial, quien sabe, en una “Remington portable” y una vez escrito, pasar la nota al linotipista. Luego obtener una copia, volverla a revisar y con el visto bueno, a ocupar su debido espacio, en la composición física de la hoja, parte muy especial de EL DIARIO.
Después de corregir las páginas, de establecer la calidad de los clichés y de fijarse en mil detalles para que noticias y opinión sean correctos, los trabajadores movían la máquina impresora a pulso y salían, una a una, las primeras páginas de EL DIARIO.
Conseguir el papel adecuado y tener siempre un stock de tinta de imprenta y luego despachar la edición, para que los canillitas lo vendan, cerraba el círculo de producción para todos, menos para el Director que ya debía pensar en la edición del siguiente día.
Son 115 eternos años, que esta operación se repite y siempre bajo la dirección de la familia fundadora. En años más, cuando Bolivia cumpla su bicentenario, EL DIARIO habrá servido a nuestra Patria, 120 años. Por tal entrega, EL DIARIO merece nuestra solidaridad y nuestro apoyo.
clovisdiazf@gmail.com
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