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[Eric Cárdenas]

La palabra del presidente


En los regímenes de gobierno “presidencialista”, la persona que ocupa la presidencia es la que preside el Estado, es decir es el primer ciudadano y debe gozar de legitimidad, es decir elegido legalmente por la voluntad del pueblo y legalidad, o sea que su autoridad está ajustada a lo que prescriben las leyes a partir de la Constitución Política del Estado, de tal manera que su mandato (recibe un mandato del pueblo soberano) es constitucional.

El presidencialismo en nuestra historia ha resultado un mal nacional, pues el presidente como primera autoridad se convierte, merced al “culto al poder” que practicamos los bolivianos (en general en todos los países poco desarrollados del mundo), en una suerte de monarca, pues del presidencialismo se pasa rápidamente al caudillismo (caciquismo), de tal manera que el presidente se convierte en principio y fin de todo lo que sucede en el Estado.

Otra característica del presidencialismo es que el presidente-caudillo se pone por encima de la ley, es decir que su voluntad se convierte en norma, se deja de lado las normas de administración y fiscalización de la administración del Estado, se ignora los planes, programas y procesos establecidos por la ciencia de la administración pública. Esta situación da a lugar a la corrupción en la administración de los intereses públicos, y los beneficiarios son los del grupo que rodea al caudillo o los cercanos a esas personas.

El presidente en nuestro país tiene muchas atribuciones, designa a las altas autoridades del aparato público o envía al Órgano Legislativo la terna para esos puestos, pero todos los propuestos responden a su voluntad; lo mismo sucede con los mandos de las Fuerzas Armadas, con el nombramiento de los embajadores del país en otros países, que así se convierten en la fuerza militar del presidente y los embajadores del presidente y no del país en su conjunto, más aún cuando el Órgano Legislativo responde a la voluntad del caudillo, merced a la mayoría parlamentaria que tiene el oficialismo.

Al presidente se le da en uso la casa presidencial, es decir la vivienda con todas las comodidades, en este gobierno además de las oficinas del tradicional palacio de gobierno que ocuparon todos los anteriores presidentes, se ha edificado un palacio de más de 25 pisos, en los que el presidente tiene a su disposición oficinas, ambientes para reuniones, dormitorio, gimnasio, etc., amueblado a todo lujo. Pero como si esto fuera poco, tiene a su disposición aviones, helicópteros, vehículos blindados y, por supuesto, recursos a disposición para dar premiaciones, halagos, compra de vehículos y bienes inmuebles para las organizaciones afines a su gobierno.

Lo curioso de todo este elevado costo sólo para una persona que ocupa las funciones de presidente (el actual vicepresidente goza también de algunas prerrogativas exageradas), se da en un país que, según los organismos internacionales, sigue siendo uno de los países más pobres de América y el más pobre de Sudamérica.

El presidente por ser la cabeza del poder político del Estado, debería ser una persona de una responsabilidad y conducta ejemplar, en especial en lo que dice y hace, pues la palabra del presidente es el reflejo de su gobierno y se espera que en relación con el rol esperado (según la sociología), su palabra y actos sean ejemplares. Pero no sucede eso con el presidente-candidato del Estado Plurinacional, quien en relación con su ya largo ejercicio del poder, declaró públicamente en varias oportunidades que será la última postulación a la presidencia y que respetará el voto ciudadano, así lo dijo en 2009, 2014, 20l6 y este 2019 sobre que será la última vez que postule. El año 2008, el 2010 y este año expresó que respetará los resultados electorales.

Su incumplimiento a lo expresado el año 2010 se lo ventiló en el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) y recientemente en ese mismo tribunal sobre su nueva postulación. En 2010 se dejó de lado lo prescrito por la Constitución Política del Estado, que prescribía que el primer período de gobierno sería contabilizado, y ahora la voluntad mayoritaria del pueblo, que en 21 de febrero de 2016 rechazó la pretensión de mantenerse en el poder por siempre. El presidente-candidato dijo al comienzo de su primera gestión, que si no se descubría petróleo en La Paz, renunciaría, también expresó que si habría un muerto en su gobierno renunciaría.

El primer ciudadano debe gozar de credibilidad, pues en caso contrario: ¿en quién se debe creer?

El autor es abogado, politólogo y escritor.

 
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