La suerte del país se encuentra, en los momentos actuales, en una delicada situación en la que su destino se inclinará por el progreso o el atraso. Las condiciones objetivas de esa realidad han sido puestas al desnudo en la etapa electoral que está en proceso de desarrollo, en medio de condiciones contradictorias.
La crisis económica que se produce en el fondo de la vida nacional es, día que pasa, más aguda, aunque las apariencias y la política de confusión y desorientación del oficialismo digan lo contrario. Los datos concretos muestran una situación poco menos que alarmante, que podría inquietar y hacer parar los pelos del más sereno e imparcial de los analistas.
Se vende menos gas a los consumidores externos, que nos proveen menos divisas que las que necesitamos. Bolivia ya no exporta hidrocarburos (gasolina, diésel).
La producción de estaño y otros minerales está de caída por problemas internos. Comibol no puede superar la producción de Huanuni, empresa estatal que cuando tenía 700 obreros producía más que con los cerca de 5.000 que ahora tiene. Tampoco resuelve el robo de estaño y los jukus operan a discreción. La única mina útil es San Cristóbal.
No se atrae inversiones, la balanza comercial cae desde hace cinco años y en lo avanzado del presente llegó al déficit de 720 millones de dólares y hasta fin de año llegaría a los 1.500 millones.
El sector de la construcción también enfrenta agudos problemas; no se vende los departamentos, pese a que los precios se derrumbaron hasta en 50 por ciento. El sector industrial sufrió una caída de actividades del 16 por ciento.
Las reservas internacionales cayeron de 15.500 millones de dólares a 5.800 millones, es decir en dos tercios. Por si fuera poco, la banca privada anuncia decrecimiento de los depósitos del público y mayores retiros. Crece la mora. El déficit fiscal es el más alto de América Latina.
Sobre mojado, llovido. Se prevé un año agrícola muy pobre por motivos climáticos y los incendios de bosques.
Los únicos renglones que subieron la producción son el cultivo de coca, el contrabando y la informalidad. El pueblo boliviano se alimenta de productos importados. Sin ánimo de comparación, Venezuela, que tenía grandes ingresos, reservas, etc. para importar alimentos, despilfarró su dinero y ahora no dispone de divisas para comprar alimentos, lo que ha conducido al país caribeño al hambre.
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