Lo “informal” como política

El gobierno del MAS en su afán de mostrarse “indianista” e incólume ante la conversión de los bolivianos hacia el nuevo milenio, coarta las iniciativas y reflexiones de los bolivianos sobre temas importantes que les permita “superarse”. Para ello, han degenerado la doctrina de “Karl Marx” con una ideología de la “informalidad” para que el soberano “sucumba” ante el “desorden”, acudiendo a grupos (de choque) informales como la Conalcam: angurrientos mestizos neo colonizadores “conchabados”. Esta informalidad mantuvo vigente al MAS y sus ilegales candidatos “escudando” muchas improvisaciones y muletillas que limitaron la libertad de protesta.

A decir de Beck Ulrico, en su obra “La Democracia y sus enemigos” (2016), hay gobiernos que “fomentan” la informalidad, por su carácter ideológico traducida en una in-conexión entre los derechos humanos y las leyes fácticas. Es decir, el informal no respeta la forma, las normas, las leyes, la Constitución. No respetan los derechos humanos, laborales, políticos, etc., “reniegan” de la convivencia pacífica y satisfactoria. Seducen a organizaciones sociales (en su mayoría deseducados), para inducirlos a actuar como “demócratas”, pero, en el sentido cósmico de la palabra, pues cuando se accede a un ánfora a sufragar, lo hacen como una simple manifestación cívica.

La informalidad, con Lewis (2014), para disimular su abyecta ideología apoya a grupos de comerciantes políticos. Ahí están, los comerciantes “marginales”: los cooperativistas, los cocaleros, los gremialistas, los transportistas, los contrabandistas, que “mueven” más de 2.213 MM$, por ello, concesionalmente, denominados “burguesía emergente o chola”, que, ideológicamente, se quejan de sus bajos ingresos para aparentar “pobreza”, cuando gastan pequeñas fortunas en sus fiestas patronales. El gobierno los “utiliza” (o cree) para que le “apoyen”. Esta política informal -vía grupos de choque- hace “alboroto”, eximiendo normas, leyes laborales y hasta la misma CPE para su beneficio propio y del gobierno.

Esta política de la informalidad intentará descollar en las elecciones de octubre de este año en su afán de legitimar a los candidatos ilegales, en una contienda desigual, donde los “truchos” -sin respeto ni vergüenza alguna- utilizan todo el aparato estatal y recursos de los bolivianos. Dicen de todo y a todos los que consideran “opositores”. Al TJP, la CPE, el TSE se los advierte como “floreros” (léase que adornan). Se empecinan en “ensuciar” al candidato de Comunidad Ciudadana que se perfila como la mejor opción por su arenga: “ya es demasiada informalidad”. Escudriñan lo que se pueda, pero solo incrementan su preferencia electoral.

La informalidad política, así, degenera lo idóneo y la ética, que para el gobierno son delitos. Mitómanos, insisten –mediáticamente- en su “éxito” -dizque- económico, cuando las calles están abarrotadas de desocupados, dispuestos a trabajar incluso por salarios miserables. Son 14 años de informalidad política, donde el gobierno siempre ha “disimulado” su incompetencia para enfrentar el desempleo, la corrupción, el narcotráfico que provoca miedo. Si antes era con los neoliberales, ahora con el MAS los peces grandes siguen comiéndose a los chicos, se alimentan de ellos y los someten informalmente a su voluntad política. Esta informalidad solo aumenta la confusión, incrementa nuestra capacidad de asco por la forma como se conduce la política. ¿Alguna alternativa? Sí, el 20 de octubre de 2019.

El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).