Sobre feminicidios e infanticidios

La pobreza no sólo estigmatiza sino que es causante de delitos mayores como el feminicidio e infanticidio. Hoy los medios de comunicación informan, casi a diario, en relación con mujeres asesinadas y niños muertos abandonados en basurales.

Hechos que tuvieron su origen, en la mayoría de los casos, entre los pobres de nuestra sociedad. Entre gente que tenía escasa educación y limitados recursos económicos. Estas falencias incidieron para cometer tales excesos. La pobreza golpea los hogares más humildes de los amplios sectores populares. En su arremetida genera no sólo feminicidio ni infanticidio sino delincuencia, prostitución, deserción escolar, etc.

La pobreza se advierte en las calles de las principales ciudades de Bolivia. Gente pobre estirando la mano por una monedita. Hablamos de nuestros compatriotas y no de extranjeros que llegaron, recientemente...

Quienes están arriba no ven esta realidad. Viven lejos de esta situación social. O son miopes, por acomodo. Por ello que nunca se dignaron a revisar el precio ni el peso del pan de batalla que consumen los pobres.

Es increíble que en un país con inmensa riqueza natural, acumulada inclusive bajo tierra, haya gente necesitada, que subsiste en condiciones infrahumanas. Gente que duerme en las calles y come de los contenedores de basura.

Algunos rubros, de nuestros recursos naturales, no renovables, son saqueados por fuerzas externas, en desmedro de los supremos intereses nacionales. En beneficio de grupos extranjeros y no así de nuestros compatriotas que viven inmersos en la miseria y la exclusión.

La pobreza ha sido el flagelo de los pueblos desde tiempos inmemoriales. Por ello Jesucristo, el revolucionario de siempre, decía: “A los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis” (Jn. 12:8).

Él derramó su sangre y ofrendó su vida, en la búsqueda de justicia social, en un mundo donde las diferencias sociales eran abismales. Y parece que las condiciones desfavorables recaen aún sobre quienes subsisten a ración de pan y agua.

Pero los gobiernos de acá, de allá y acullá, buscaron, en diferentes momentos de la historia, superar sus efectos perniciosos, aplicando políticas de educación, de salud, de servicios básicos o mejorando, mínimamente, los ingresos mensuales. Pese a todo ello continúa galopante la pobreza.

En suma: el próximo gobierno boliviano, sea cual fuere su tinte o predicamento político, estará conminado a erradicar la pobreza, que marca índices preocupantes. La tarea no es fácil, pero tampoco imposible.