Como ocurre en algunos países de la región, los pueblos se cansan de sus líderes cuando tienen el estómago vacío. Éste, no olvidemos, ha sido en todos los tiempos el propulsor de sus actos, constructivos o destructivos.
Se cansan de sus líderes cuando los hijos crecen enclenques y anémicos. Cuando el hambre los induce a delinquir. Y cuando han sido defraudados por algunas corrientes ideológicas de inspiración comunistoide y por ciertos “mesías” que ofrecían el “paraíso terrenal”.
Asimismo se cansan cuando escasea el empleo. Entonces consideran que el afán de lograr un mañana más llevadero se esfuma. Por ello creen que no hay una alternativa política seria para asumir el cambio por el bien común.
Por estas y otras razones los pueblos se cansan de aquellos líderes que dicen representarlos en dictadura y democracia. Pero la búsqueda de mejores días no tiene pausa.
Con su angustia y desesperación han provocado, los pueblos obviamente, la caída de grandes imperios. “Pan y circo al pueblo”, decía el poeta romano Juvenal. “El hambre no espera, todos a San Francisco”, coreaba la gente, acá, en una época donde para conseguir una “marraqueta” había que hacer colas inmensas. De veras que donde hay escasez y carestía de alimentos, tambalean los gobiernos, sean cuales fueren sus tendencias políticas.
Los pueblos, como bien sabemos, no admiten que los ricos se hagan más ricos ni los pobres más pobres. Pues nunca han permitido que la brecha que separa a ricos y pobres se profundice hasta tocar fondo. Tampoco están de acuerdo con que unos pocos vivan ostentando riqueza y lujos, en una actitud de afrenta a quienes tienen poco.
Los pueblos han sabido sobreponerse a las adversidades de origen socio-político más acentuadas de la historia, con trabajo, sacrificio y fortaleza, sin la participación de los “salvadores”, que vivían en otro mundo, que tenían otros objetivos y que acariciaban proyecciones estrictamente políticas. Éstos, muchas veces, fueron “relocalizados”, por incapaces e irresponsables. Los temas sociales no estuvieron, o estuvieron en pocas ocasiones, en la agenda que llevaban, cotidianamente.
La pobreza, la miseria y el abandono han conspirado, conspiran y conspirarán contra todo gobierno democrático o autoritario, ineficiente. Es que éstos devastaron sus sueños de construir un mundo mejor.
Los pueblos, para unos, son majaderos, para otros son revoltosos, para los más, justicieros. Es que siempre han caminado con la historia. Han respaldado lo justo y han condenado lo injusto. Han apoyado la libertad y han rechazado a quienes la conculcaron.
En suma: gracias al coraje, al empuje y la lucha de los pueblos hemos visto, en diferentes circunstancias, el renacer de un nuevo día.
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