Cuanto más cercanas están las elecciones generales de octubre, más muestras de antagonismos y diferencias se presentan entre los candidatos y se da lugar a creer que están opuestos a los otros sin distinción alguna porque parece que se ha perdido totalmente el tino y la cordura, porque las diferencias que se muestran señalan que no hay prudencia ni serenidad para tratos entre sí y cada militancia está preocupada en enrostrar todo tipo de faltas a los contrarios. Hay faltas de respeto porque se busca atropellar, demostrar diferencias radicales y hacer que el pueblo viva decepcionado de todos ya que el respeto que debería primar en los tratos, no tiene ni ápice de ser real, oportuno y necesario.
¿Qué pasa con los candidatos? ¿Qué ocurre con el partido de gobierno que se muestra cada día más reacio a entender que la reelección que propician es anticonstitucional y contraria a los resultados del 21 de febrero de 2016 y, como remate, contraria a la voluntad de la mayoría del pueblo que lo da entender en toda forma? ¿Qué ocurre con los candidatos que no vacilan en mostrar faltas y errores, defectos y actitudes incoherentes en quienes seguramente suponen que son candidatos incapaces de alcanzar buenos resultados en las preferencias del voto?
El pasado 23 hubo manifestaciones en todo el país respaldando los resultados del 21F; para el gobierno fueron “espacios débiles en todas partes”; pero, para el pueblo que asistió o espectó las marchas hubo mucho éxito porque hay coincidencias entre los sentimientos de quienes marcharon y lo que piensa y siente el pueblo. ¿Y qué actitud tomarán los indecisos, los que no quieren ni saber de política, los que posteriormente “descargarán” sus conciencias al decir “yo no voté, por tal o por cual” para rehuir remordimientos; pero, si hubiesen éxitos con buenas realizaciones, fácil adjudicárselos porque su voto contribuyó a elegir lo más apropiado? En fin, la situación se muestra complicada, incoherente, desajustada con la realidad que vive el país.
Lo grave de la situación es que menudean acusaciones y enrostramiento de lo verdadero y de lo falso; se inventa cualquier extremo y se niega lo que consta al pueblo. No hay la suficiente sinceridad ni honestidad en quienes tienen en conciencia haber obrado mal y no dar esperanzas al pueblo con conductas dignas, respetuosas y coherentes; no hay criterio para explicar intenciones y programas; menos hay respeto por lo que el pueblo merece. ¿Es que todos han creído que el país es juguete? Han pensado que las elecciones serán efecto de un sopesar de quien sólo ve “la paja en el ojo ajeno” y no quiere “ver la viga que hay en el suyo” bajo el criterio equivocado de que “todo se debe dejar hacer y dejar pasar”.
Cuando las pasiones se desorbitan y las soberbias sobrepasan cualquier raciocinio, es fácil entender cómo el poder enceguece y hasta carcome todo lo bueno que deben albergar los cerebros y los corazones. Esta es realidad que ve la comunidad nacional que querría saber a qué atenerse, a quién creer, en quien confiar y cómo actuar hasta antes del día de elecciones y durante el día de votar. Dadas las experiencias pasadas, se espera que exista la suficiente honestidad y responsabilidad en el Tribunal Supremo Electoral y en los Tribunales Departamentales electorales que no permitan la presencia de votos falseados, de ánforas preparadas con anticipación. Espera la colectividad que, conforme a declaraciones de las autoridades electorales, que el fraude, no sea norma y que efectivamente el voto sea reflejo de la voluntad popular; de otro modo, una vez más habrán decepciones, frustraciones y descontentos en quienes voten; es de suponer que la soberanía, independencia y pureza del voto sea la característica de las elecciones.
La verdad es que ante el desconcierto actual, ante las poses de soberbia de los candidatos y las diferencias que generan en desavenencias y discordias desaparezcan; de otro modo será difícil que haya confianza y se tenga conciencia de la verdad.
La Iglesia Católica al igual que organizaciones e instituciones de diversa índole, han expresado la esperanza de que los candidatos sean lo suficientemente honestos, veraces y responsables para mostrarse como son, sin mascaretas ni subterfugio ni engaños ni mentiras porque la Democracia debe ser respetada para ser consolidada, que las libertades del pueblo deben ser observadas y cumplidas con altura, limpidez y responsabilidad; que el comportamiento ciudadano esté acorde con la buena fe y las esperanzas del pueblo; que el gobierno, por estar en el poder y aunque muestra la intención de llegar hasta el final con el proceso de la reelección que es contraria a los sentimientos del pueblo, actúe con la sindéresis, honradez y responsabilidad que debe. Que la oposición que aspira a importantes posiciones legislativas, se comporte conforme a lo que divulgaron durante las proclamaciones.
No corresponde, en modo alguno, que las diferencias y controversias demostradas en los últimos meses continúen y se espera que la armonía, la concordia y el respeto entre todos primen en lo que falta para las elecciones y que sea norma de comportamiento en el proceso mismo del 20 de octubre.
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