Catástrofe medioambiental

Hace treinta días que se desató un incendio en los bosques de la Chiquitania de Santa Cruz, la misma que avanzó hasta dejar quemados cerca de un millón de hectáreas de esos bosques que son parte de la Amazonia sudamericana y que son considerados uno de los más importantes pulmones del mundo, en un tiempo en que el deterioro medioambiental es de tal volumen, que si la temperatura del planeta sube un grado más, en el futuro nuestro planeta será casi inhabitable y, por consecuencia, nuestros descendientes tendrán una vida muy difícil.

A partir de la Revolución industrial hace ya dos siglos, en que comenzó a usarse en la producción de bienes, en el transporte de todo tipo y la generación de la misma energía, las máquinas movidas por carbón y más tarde con petróleo y gas, que comenzó el proceso de calentamiento del aire, primero en porcentajes tolerables y ahora en una situación de evidente riesgo. Ha sido la industrialización de los países de esa condición que ha echado y sigue echando miles de toneladas de CO2 y otros componentes contaminantes, de tal suerte que en algunas ciudades los habitantes deben usar permanentemente protectores para respirar.

Han sido cientos de voces de ciudadanos preocupados y organizaciones protectoras del medio ambiente, que en estos años han elevado sus voces al mundo, reclamando para que se tome medidas urgentes a fin de mitigar y luego revertir el deterioro del medio en que el que vivimos, en especial a los países del denominado primer mundo o ricos, de los que algunos han comprometido sus políticas para este fin, en sendos encuentros, pero ha sido muy poco lo que se ha avanzado.

Los países poco desarrollados como el nuestro, pero que tienen en su suelo una biodiversidad única, se han contagiado de las perversas políticas de buscar el crecimiento a costa de atentar contra esa biodiversidad, y para esa finalidad, han fomentado y permitido que sean taladas miles de hectáreas de bosques para que se siembre productos agrícolas exportables, ampliando la frontera agrícola en miles de hectáreas; también han fomentado la ampliación de espacios para la ganadería con los mismos fines.

Lo extraño en nuestro país es que haya sido el gobierno que en estos casi tres quinquenios de ejercicio del poder político continuo del Estado, ha publicitado dentro y fuera de nuestras fronteras la “defensa de la madre tierra”, haciendo gala en foros internacionales de estos discursos, enmascarando una política de “arremeter” contra la naturaleza en procura de cumplir sus políticas capitalistas. Es así que luego de firmar convenios con la China para exportar carne vacuna, ha autorizado mediante disposiciones legales la ampliación de las tierras para la crianza de esos animales. Por otro lado, ha entregado tierras en las zonas de los bosques amazónicos a sus seguidores del área andina, para la producción agrícola y control político de esas zonas, emitiendo normas que autorizan el desbosque mediante el “chaqueo” o quema de los bosques, lo que habría sido la casusa del desastre medioambiental.

Lo lamentable de este acontecimiento es la pérdida de la rica flora y fauna de esos bosques, los que podrían recuperarse luego de 200 años, pues no fueron oportunas las medidas que fueron tomadas tardíamente, cuando en estas circunstancias se debe actuar de inmediato. El gobierno del populismo socialista no declaró el estado de alerta necesario que permita la asistencia de países amigos, ni volcó todos los recursos necesarios para enfrentar semejante catástrofe, y como medida tardía organizó un gabinete de ministros, cuando debía buscar el asesoramiento oportuno de profesionales y técnicos en la materia, pues sabemos que los que ocupan las altas funciones del aparato administrativo del Estado, en este tiempo, hacen gala de mediocridad.

El daño es tan catastrófico que solo la misma naturaleza en muchos años podrá reponer su valor de riqueza natural; los discursos “pachamamistas” y posturas indigenistas son sólo eso, discursos, pues deben ser acompañados de hechos, de políticas reales de defensa de la naturaleza.

El autor es abogado, politólogo y escritor.