Los obispos de Bolivia, en cumplimiento de su misión pastoral, semana a semana, mediante homilías, piden que gobernantes y gobernados encuentren los mejores caminos para que la concordia, el amor, la fraternidad y la solidaridad sean normas de vida y conducta de todos los bolivianos; lamentablemente, poco o nada llega al corazón de quienes podrían hacer mucho de su parte para conseguir los objetivos señalados.
La secretaría de la Conferencia Episcopal señala en un comunicado: “Nos solidarizamos con tantos familiares, padres, hermanos, hijos huérfanos que sufren esta situación dramática en el país y, con todas las mujeres que en este momento están siendo acosadas y condenadas a sufrir en silencio. Muy poco ha logrado la legislación vigente que no cuenta con las condiciones para incidir significativamente frente a este mal que desintegra nuestra sociedad y cuestiona sus fundamentos”.
La Iglesia Católica “urge trabajar conjuntamente todas las instancias de la sociedad, atacando las diversas causas de este flagelo, como son la cultura machista que pervive, el deterioro general de valores morales, la pérdida de respeto al valor sagrado de la vida, la inaplicabilidad de las leyes y la lentitud del sistema judicial; el olvido del sentido religioso y valores trascendentes, la indiferencia y complicidad, la dependencia y sometimiento económico de las mujeres y otros males sociales que se ensañan con ellas, como el alcoholismo, la violencia sexual, la trata y tráfico de personas, la drogadicción y el narcotráfico”.
En diversas oportunidades los obispos han pedido que el Poder Judicial, que debe ser depositario de una honesta, honrada, límpida y responsable administración de justicia, cumpla con sus deberes y responsabilidades; que se destierre de su seno la corrupción y todo lo que hace daño a las personas y al país en su conjunto. Ha pedido, igualmente, que el gobierno actúe conforme a los cánones constitucionales y las leyes porque su deber es dar ejemplo y con el buen ejemplo incitar a todos el cumplimiento de las leyes.
La Iglesia es consciente de que no puede haber decencia ni moral sino hay cumplimiento de las leyes; no puede haber convivencia pacífica en situaciones donde rigen las desavenencias, los conflictos, las rivalidades, las pugnas familiares y de grupos antagonizados; no se puede esperar que se corrija lo malo que ataca a las personas mientras no haya el propósito de erradicarlo hasta prescindir totalmente de él. En fin, la Iglesia ha pedido que la concordia, la armonía, el amor fraterno y la solidaridad sean normas de vida y entendimiento.
Hace poco, con motivo de la festividad nacional, dijeron que el mejor homenaje sería tomar conciencia de que todos somos hijos de la misma patria y, como tales, obligados a honrarla, honrando y amando a nuestros semejantes con miras a que la paz sea cierta en nuestro país desterrando el odio y los sentimientos no acordes con los intereses del bien común.
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