Las grandes insurrecciones populares -como la del 9 de abril de 1952-, no se produjeron por milagro, sino tuvieron como causa principal el intento de algunos gobernantes de mantenerse en el poder en forma indefinida. Los casos son numerosos (Severo Fernández Alonso, Bautista Saavedra, Hernán Siles Reyes, Víctor Paz Estenssoro y otros), quienes, pese a estar advertidos sobre que iban a cometer un error, insistieron caprichosamente en no dejar el poder, al extremo de provocar la ira popular, para ser derrocados del gobierno en forma sangrienta. Uno de los sucesos más relevantes fue la protesta que originó el desconocimiento de las elecciones generales de mayo de 1951 y el deseo de una Junta Militar de no dejar el poder.
En mayo de 1951, las elecciones generales (equivalentes a un referéndum), dieron el triunfo a Paz Estenssoro, hecho que fue desconocido por el gobierno de Mamerto Urriolagotia, quien anuló el triunfo popular y entregó por decreto el gobierno al Ejército. Esta entidad, luego de asumir el mando de la Nación, por Orden General designó una Junta Militar de Gobierno y nombró presidente de la República al Gral. Hugo Ballivián. También designó a los ministros de Estado.
A tiempo de asumir sus funciones, el Gral. Ballivián declaró que convocaría a elecciones a la brevedad posible, afirmación recibida con optimismo general. Sin embargo, pasaron pocos meses y el ofrecimiento no se cumplía, lo cual aumentó la indignación popular, que se sumó al malestar originado por la anulación de las elecciones.
La resistencia de la ciudadanía llegó a conocimiento de la Junta Militar y, entonces, el ministro de Gobierno, Gral. Antonio Seleme, hizo conocer ese estado de ánimo político de la población y opinó, además, que debía cumplirse el ofrecimiento de la Junta Militar de convocar a elecciones, pues se corría mucho riesgo. La discusión sobre el tema se extendió a las esferas castrenses, donde también se planteó el problema de la anulación de las elecciones y se demandó el cumplimiento de la palabra presidencial.
El ministro Seleme insistió en su criterio y reiteró al presidente Ballivián la necesidad de respetar la voluntad popular, desconocida por la anulación de las elecciones, la urgencia de convocar a las elecciones prometidas con tanta solemnidad y el retorno a la democracia. La demanda fue escuchada por el mandatario militar, quien en principio la aceptó, pero enseguida la postergó, hasta que finamente dijo que se debería esperar para el efecto.
El ministro de Gobierno, Gral. Seleme, insistió y previno al presidente militar sobre el peligro que significaba esa decisión y que, a la par, un fermento social estaba creando una situación política revolucionaria que podría estallar en cualquier momento, con imprevisibles consecuencias, como la misma destrucción del Ejército. A pesar de conocer esa información, no quiso modificar su decisión. Es más, decidió mantenerse en el gobierno de manera indefinida, debido a ser mal orientado por sus asesores y por su escaso conocimiento de la política nacional. Así mismo, rechazó las sugerencias que, en una u otra forma, llegaban a sus oídos, mostrándole el peligro que significaba el paso prorroguista, no solo para el gobierno, sino para el mismo Ejército, donde también se incubaba una corriente política a favor de respetar el referéndum de mayo del 51 y no permitir el prorroguismo.
El ministro Antonio Seleme, cansado de pedir al Presidente de la Junta que llame a elecciones y explicar que el desconocimiento del resultado de las elecciones de 1951 era una bomba de tiempo con la mecha encendida y previendo que iba a estallar el volcán político con alcances inimaginables, se propuso desplazar al presidente Ballivián con el fin de rectificar los errores políticos que se arrastraba desde tiempo atrás y convocar a elecciones libres haciendo cumplir la palabra de honor militar.
Seleme se relacionó, entonces, con jefes de partidos políticos de oposición y decidió dar un golpe de Estado con apoyo de altos jefes militares, jefes de Regiones Militares, Policía Nacional y partidos civiles y, viendo la gravedad de la crisis que se avecinaba velozmente, decidió derrocar al presidente de la Junta Militar y establecer un gobierno provisional destinado a convocar a elecciones libres.
El golpe de Estado empezó el 9 de abril, por diversas circunstancias fue sobrepasado y se convirtió en una insurrección popular que depuso al gobierno militar y puso en el poder al MNR, luego de tres días de combates con el ejército en las calles de La Paz y Oruro.
Resultado del empecinamiento prorroguista del presidente de la Junta Militar, Gral. Hugo Ballivián, el país registró un total cambio de régimen y de gobierno. El ejército, formado por once fuertes regimientos, fue derrotado en La Paz y Oruro y difícilmente reorganizado. Tales, entre otras, las consecuencias para el Ejército y la historia del país debido al empecinamiento continuista del presidente de la Junta Militar, Gral. Hugo Ballivián. Finalmente, el jefe del MNR, Víctor Paz Estenssoro, tomó el poder e inició la revolución nacional.
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