En mensaje al pueblo, a las autoridades de gobierno y en sumo grado a los políticos del país, el Arzobispo de Santa Cruz dijo: “Este es el momento apropiado para ofrecer programas de gobierno con metas claras y tareas concretas y evaluables, con miras a construir un sueño como país, un proyecto de ‘renovación democrática’ fundado sobre la igualdad social y política, la libertad, la justicia en el marco del bien común y la paz”. Añadió: “hoy es más necesario que nunca, reafirmar la adhesión a la democracia, porque en el mundo se van perdiendo los espacios democráticos y se incrementan sistemas populistas, nacionalistas y soberanistas, y el poder político se hace cada vez más defensor irracional de intereses particulares. Estos regímenes disfrazan de democracia el autoritarismo y el caudillismo, anulan la separación de poderes y concentran toda la autoridad en el dirigente electo, que pretende legitimarse solamente sobre el único criterio de los resultados electorales a él favorables”.
La voz de la Iglesia fue, nuevamente, clara, precisa y terminante a favor del pueblo y sus derechos, en defensa de la democracia, la libertad y la justicia. No acepta la Iglesia imposiciones totalitarias de ninguna clase y menos imposiciones de quienes poseen poder, de la clase que sea. Y la Iglesia pide que haya en todos los políticos una “renovación democrática”, en la que se retome los valores y principios de una democracia sana, libre y constructiva, una democracia que no sea manipulada y menos controlada y manejada conforme a intereses sectarios o personales.
En parte muy importante de su homilía, el prelado cruceño dijo: “Este aniversario se da en el contexto electoral en las que todos los ciudadanos estamos llamados a ejercer nuestro derecho y elegir a las autoridades llamadas a servir al país. Y para que los electores puedan elegir consciente y libremente a los futuros gobernantes, hace falta una comunicación exhaustiva y veraz de las distintas propuestas de gobierno, y dejar las viejas prácticas de las falsas noticias, de las mentiras y medias verdades, de las promesas irrealizables y más aún de las dádivas que llevan a los electores a un juicio erróneo o interesado”.
No hay, pues, “medias tintas” en los mensajes episcopales que, interpretando debidamente las enseñanzas de los Evangelios de Jesús y los preceptos bíblicos, muestran que se debe respetar y cumplir con los derechos humanos, con la libertad y justicia que debe primar en la vida ciudadana y mucho más cuando se tiene que elegir autoridades destinadas a servir al bien común. Pero, sustancialmente, se busca que haya una renovación de buena fe, en aras de poner las virtudes, convertidas en valores y principios, al servicio de la nación. Que estén alejados, todos sin distinción, de intereses creados y personales que no siempre son los del país.
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