Arde el bosque chiquitano

Herida de muerte yace la madre naturaleza, gran parte de su infinito esplendor convertido en desolación. Su hábitat es ahora un campo santo, así se levantan las cruces entre el humo y los últimos quejidos de las especies y especímenes.

Sus entrañas arden como infierno, el humo intoxica el ambiente y lo tiñe de rojo, cual volcán en erupción. Las aves quedaron vestidas de negro y el cielo está enlutado, el viento sopla fuerte llevando el epitafio.

Chiquitania, la belleza de tu flora y fauna han quedado atrapadas en la cárcel del fuego voraz que la montaña y el mar quieren apagar. Biodiversidad, cual ardiente carbón sientes el crujir y dolor del cuerpo calcinado por los canallas que celebran su ignorancia.

Los recuerdos del pasado despiertan apresurados con el suave canto de los querubines y desde la gruta del Cristo, los niños mojan con sus lágrimas la madera, formando mil figuras de flores y animales del complejo y biodiverso ecosistema.

Vuelven las aves llevando en el pico la madera afinada por el arte del tallado y en el ocaso esconden sus alas para no ser vistas por los filos de estacas y machetes, seguirán su vuelo unido al final de sus destino, enseñando en su canto que el ser humano no tejió la trama de la vida, que solo es un hilo en la biosfera.