Un grupo de díscolos ex guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), encabezado por Seuxis Hernández, más conocido como Jesús Santrich, y Luciano Marín Arango, alias Iván Márquez, anunciaron el inicio de la “Segunda República Marquetalia”, un pequeño territorio del departamento del Tolima, donde el finado comandante Manuel Marulanda, alias Tirofijo, fundó ese grupo guerrillero hace más de medio siglo.
La noticia no tendría mayor repercusión mediática, de no tratarse de los mismos sujetos que jefaturaron el equipo negociador en los diálogos de paz de La Habana y, a través de dicho acuerdo, Márquez fue designado senador por el partido de la antigua guerrilla y Santrich, miembro de la Cámara de Representantes.
Entonces, a la luz de lo expuesto, se puede establecer con suficiente nitidez que los motivos que alentaron a estos “malos padres de la patria” para abandonar sus curules del Congreso colombiano, nada tuvieron que ver con reivindicaciones de mayor justicia social y mucho menos, por supuesto, con actitudes misericordiosas de apoyo a los pobres.
Del comportamiento de ambos parlamentarios, se establece que su actuación fue fríamente concertada con mucha anterioridad, entre varios actores del famoso Foro de Sao Paulo, que se halla en retirada, pero con multimillonarias sumas de dinero ocultas, robadas a sus pueblos y amasadas en el tráfico de drogas. De otro modo, no podríamos entender la indulgente y conmovedora promesa hecha por el ciego faccioso que, vestido de verde militar y blandiendo un trabuco que no debe estar destinado a la práctica del tiro al negro, ha manifestado que la nueva guerrilla se abstendrá de la práctica del secuestro, dejando entrever que esa maléfica actividad no produce ni la milésima parte de lo que da la agroquímica.
Además, se trata de dineros que suponen la necesidad de ser destinados en la conjura contra aquellos gobiernos que los arrojaron del poder, como es el caso de Macri en la Argentina, Bolsonaro en Brasil, Iván Duque en Colombia y otros que abrigan esa línea de gobierno, diametralmente opuesta a los izquierdistas cárteles del narcotráfico.
Lo curioso de este hecho, es que dos semanas antes de la declaración de los alzados en armas, el expresidente colombiano, Andrés Pastrana, ya había dado la alerta, en su cuenta de Twitter, al informar que el avión de uso exclusivo del déspota venezolano Nicolás Maduro, con camuflaje de aeronave de la aerolínea Conviasa, salió del aeropuerto de Maiquetía con destino a Cuba, transportando a los dos facciosos, que ya eran buscados por la justicia colombiana. De donde se colige la innegable complicidad de la dictadura venezolana en esta aventura.
Atando cabos, no es difícil determinar que este exabrupto paramilitar no es la continuación de la lucha guerrillera, como arteramente manifiestan los prófugos, sino un retorno a las caletas de dinero mal habido, cuya administración fue difícil ejercer desde los cómodos curules congresales y, ante todo ahora, que Venezuela y Cuba están escribiendo la crónica de una guerrilla farc-asada.
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