El contrabando entra y sale libremente de Bolivia

Se impone la inmediata instalación de verdaderas oficinas de la Aduana, Policía y del Ejército de nuestro país en las poblaciones fronterizas con Chile, Argentina y Perú, para detener la entrada del contrabando de mercaderías en general. A la vez se trata de devolver a sus habitantes las condiciones de seres humanos y sacarlos de la situación delictiva y cómplice en la que han sido sometidos desde muchos años atrás, por las mafias criollas del contrabando.

Estos contrabandistas, aprovechando las situaciones de pobreza y desesperanza en la que vivían tales pobladores, los han convertido en instrumentos de carga, para meter a Bolivia toda clase de mercaderías de contrabando desde países vecinos, eludiendo el pago de los impuestos de ley, lo que también impide el desarrollo y progreso de la industria nacional. Por otro lado, sacan de nuestro país, en un acto cómplice y delictivo, materias primas no renovables, como “gas en garrafas”, “gasolina en bidones”, y solo Dios sabe qué cosas más estarán sacando.

Ahora bien, lo insólito de todo lo anterior es que, desde muchos años atrás, siempre ha sido de conocimiento de las autoridades gubernamentales y de los ciudadanos. Alguna vez hemos estado de paso por dichas poblaciones fronterizas y hemos visto, con asombro y pena, a compatriotas bolivianos, todos vestidos con harapos y cual autómatas, imitar el accionar de las hormigas, que en fila india llevan alimentos hasta sus nidos.

En el caso al que nos referimos, se trata de hombres, mujeres y niños que cargando sobre sus espaldas pesados bultos con mercaderías de contrabando, los trasladan desde de la línea divisoria fronteriza hasta los depósitos de la mafia de contrabandistas, que los tienen ubicados en algunos sectores de las poblaciones fronterizas bolivianas, y desde donde distribuyen esos objetos a los departamentos de nuestro país.

Y valga la siguiente aclaración, que en cuanto a la frontera con Chile se refiere, aparte de la diversidad de contrabando que sigue entrando desde mucho tiempo atrás, éste se ha incrementado en los últimos trece años gracias a los delincuentes chilenos, que después de robar flamantes motorizados en sus principales ciudades, de inmediato los trasladan hasta la frontera boliviana, donde son intercambiados por kilos de cocaína a delincuentes bolivianos. Este lucrativo negocio, pese a haber sido desbaratado por el Ejército boliviano, en ocasiones continúa, y cuya prueba es la libre circulación por nuestras calles y avenidas de dichos motorizados chutos y, por supuesto, respaldados con placas bolivianas.

Y el ciudadano común no puede menos que lamentar que el abandono de nuestras poblaciones fronterizas obligue a sus pobres habitantes a tener que ser -en la cruda realidad- cómplices de la actividad del contrabando, que ha beneficiado en el pasado y está beneficiando en el presente a las mafias criollas de los contrabandistas. ¿Qué lástima, verdad?