Marcelo Miranda Loayza
La filosofía es para el alma el punto de partida para el conocimiento, es la inquietud que emana de la angustia eterna de querer saber, conocer y entender, es en este sentido que el filósofo nunca encuentra la respuesta perfecta, solo se aproxima medianamente a satisfacer su angustia y/o curiosidad, naciendo de ella nuevas preguntas, inquietudes y preceptos.
Toda esta angustia para el poeta no es principio de conocimientos, es vertiente de palabras que transforman pensamientos en rimas cauterizadoras de heridas, generando un bálsamo al alma que encuentra en esta expresión desahogo y belleza.
¿Puede entonces la filosofía valerse de la poesía para expresar la eterna inquietud del alma de querer saber y conocer sin caer en rimas inentendibles y hasta rebuscadas? La respuesta salta a la obviedad, depende del filósofo y depende del poeta.
La poesía en la transformación de palabras puede convertir a la propuesta filosófica en algo más que ensayos y libros, puede convertir las ideas en propiedad del alma y extensión del espíritu.
Platón señalaba que la poesía era presa de la inspiración, es decir que la única forma en que está podría llegar a ser expresada era mediante una intervención externa, muchas veces impredecible y podría decirse que hasta indomable, ¿pero acaso la filosofía no es presa de la racionalidad, la cual funge casi como inspiración y muchas veces también es imprescindible e indomable?
El espíritu humano no encuentra sosiego solo en el conocimiento, racionalizar conceptos y plasmarlos en ideas es solo una parte de un todo, la filosofía por ende nunca llegará a ser plena y absoluta, pues el alma humana también necesita de una vertiente que desahogue los sentimientos más diversos en letras y pensamientos, que al igual que la filosofía trascienden en el tiempo, del mismo modo, la poesía nunca llegaría a ser hermosa y trascendente sin la ayuda del conocimiento y la racionalización de preceptos y conocimientos.
La poesía por ende también es filosofía, pues expresa la inquietud y la angustia que lleva consigo el ser humano para plasmarlos en versos y prosas, condensando la complejidad del pensamiento para luego trasmitirlo en versos, que si bien no poseen la complejidad de un ensayo, llevan consigo la belleza del alma.
Entonces, la poesía también es filosofía, ambas presas del pensamiento humano, ambas conectadas por medio del alma, ambas inquietas ante el conocimiento y la duda, ¿dónde terminaría el pensamiento sin la sobriedad de la filosofía y la profundidad de la poesía? Las ideas, por ende, fluctúan entre el verso filosófico y la filosofía poética, profundizando el pensamiento y versando el conocimiento.
El autor es Teólogo y Bloguero.
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