Clepsidra
Presagiando una invasión venezolana (o mejor dicho madurista) a Colombia, al fragor de ese ímpetu que suele caracterizar a los dictadores, cuando la antipatía de su pueblo ha principiado a socavar su base política, advertimos hace algunos años este peligro, apoyándonos en la provocación del entonces micomandante Chávez, de recuperar militarmente los territorios de la Guayana Esequiba, que son motivo de un centenario reclamo venezolano, cuya solución pacífica duerme el sueño de los justos en algún cajón de la Secretaría General de las Naciones Unidas.
Dicha manera de revertir su creciente pérdida de popularidad, enfervorizando y despertando los sentimientos nacionalistas de su pueblo, como un factor aglutinante en torno suyo, Maduro vuelve a repetir esa bravuconada hoy, con el envío de tropas y unidades de misiles a la frontera colombiana, con un desenlace de impredecibles consecuencias.
Desde la declaración de “neutralidad” formulada por Chávez en 1999, sobre el conflicto de baja intensidad que mantenía el Estado colombiano, con grupos terroristas, por más de cinco décadas, hasta la controvertida firma del acuerdo de paz firmado en Cuba, surgió la insólita actitud de dos altos comandantes de las FARC, firmantes del famoso acuerdo, en sentido de retomar las armas y volver a la guerrilla, dizque “a luchar contra la opresión” sin aclarar, sin embargo, a qué opresión se referían; actitud que les valió romper virtualmente el acuerdo, pero manteniendo las pagas de sus curules parlamentarios, y las incontables hectáreas de terreno que obtuvieron, gracias a esa posición.
De lo que no se debe dudar es que los recientes asesinatos de excombatientes de las FARC, arrepentidos y dedicados a trabajar en un mundo civil que les abrió las puertas, es obra inequívoca de estos narcotraficantes prófugos, que no toleraron una negativa de esos ex camaradas de armas, de ser reclutados por la fuerza, para tener que volver a las andanzas.
Entretanto, las determinaciones del autobusero Maduro, que jamás pisó un cuartel para hacer su servicio militar, y sin informar cuál es la amenaza que pende sobre su nación o sus habitantes, ni cómo llegó a esa conclusión, hacen presagiar la gravedad que reviste la operación militar ordenada, la cual podría terminar en una catástrofe, al igual que otros experimentos similares realizados en América Latina, como fue el caso de las islas Malvinas, donde un energúmeno dictador llevó a la Argentina a uno de sus más dramáticos desenlaces bélicos, sólo por mantener una dictadura que ya había tocado fondo.
Ese mismo afán de permanecer en el poder, aun a costa de la repulsa de su pueblo, que observa con terror cómo una acción de esa naturaleza iría también en contra de sus coterráneos que han huido por millones a Colombia, podría llevar al omiso sátrapa a enfrentar a sus inexpertas tropas, con el mejor ejército de la región, con las mismas consecuencias que sufrió Sadam Hussein cuando ocupó Kuwait, decretando su destino fatal, plagiando a Galtieri.
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