La historia del país, especialmente en los últimos sesenta años, muestra situaciones difíciles, controvertidas, de golpes de estado, de peleas y pugnas político-partidistas y conductas laborales que no siempre han obrado con la sindéresis, cordura, conciencia y vocación en pro de la armonía, la unidad y el trabajo constructivo. Los odios, rivalidades, complejos y otros sentimientos negativos han sido la tónica del diario vivir y que, en conclusión, han atentado contra la unidad y armonía que deberían reinar en la convivencia de gobernantes y gobernados.
Durante el tiempo transcurrido han primado las posiciones del “reencuentro” (palabra equivocada que se usa como sinónimo de unidad y encuentros entre los ciudadanos); término que en realidad significa: “presencia de fuerzas antagónicas que dejan de pelear momentáneamente y luego de pequeños o circunstanciales paréntesis, vuelven a la pelea”. Estos “reencuentros” han causado mucho daño al país y lo han sumido mucho más en las profundidades de la pobreza, la dependencia y el subdesarrollo.
Raras veces se propuso el encuentro entre los bolivianos, en convenir, acordar y concordar alianzas y unidad para estudiar y dar soluciones a los multiples problemas que nos han afligido y postergado, porque si los políticos no actúan negativamente -casi siempre divididos por intereses personales y mezquinos-, lo hacen las entidades laborales como es el caso de la COB, la CSTCB u otros grupos agrupados sindicalmente; por otra parte, si los llamados “comités cívicos” no plantean imposibles o empresarios que casi siempre han esperado qué hace el gobierno para recién ellos adoptar medidas de unidad, inversión, producción y agrandar el mundo productivo, creativo, dinámico, competitivo en los campos de la industria, la minería, la construcción, el desarrollo y progreso, bien podríamos haber abandonado las simas de la pobreza, la dependencia y el subdesarrollo.
Hemos vivido tiempos en que los ánimos se caldearon, las rivalidades y los odios crearon anarquía, los intereses personales y las conveniencias sectarias han adquirido dimensiones que han complotado permanentemente contra las buenas intenciones. En los últimos tiempos, con el surgimiento de un gobierno que se supuso representaría a mayorías habrían cambios para amar y servir mejor; en catorce años lo que se logró es sembrar mayores antagonismos, diferencias y rivalidades entre las partes puesto que se ha promovido en nombre de un socialismo secante, arbitrario e injusto mayores rivalidades hasta el extremo de dividir incentivando al desencuentro, a la pugna, a la diferencia de clases, al abandono de condiciones morales y religiosas, al descuido de programas sensatos e inteligentes de la educación. Se buscó imponer revanchismos en pro de “clases abandonadas durante 500 años y que ahora tendrían la oportunidad de reivindicaciones que se les negó persistentemente”. Para todo ello, nada mejor que abandonar el cumplimiento estricto de la Constitución y de las leyes empezando por ignorar la institucionalidad y terminando con la sectarización de las Fuerzas Armadas y de los cuadros policiales.
Ahora, “llorar sobre la leche derramada”, no sirve de nada y es preciso que los ánimos se calmen, que las pasiones se contengan hasta anularse completamente, que se piense en los intereses del país; es urgente comprender que se debe conseguir la convivencia entre todos porque divididos y hasta confrontados, nada habremos conseguido y sólo habrá que lamentar incremento de lo malo que hemos padecido.
Parece repetitivo decir que todos, gobernantes y gobernados, conjuncionados en un haz de voluntades, debemos tomar conciencia de nuestra realidad y actuar en consecuencia. Que el gobierno, conjuntamente su partido que está en el poder y las fuerzas políticas y cívicas acepten la necesidad de abandonar todo aquello que, como lastre, arrastramos aún sabiendo que hace daño, posterga y lastima.
Estamos en un tiempo pre-electoral que parece ser “tiempo de pugnas y rivalidades” para el gobierno y para quienes están inmersos en intervenir en las elecciones con miras a conseguir poder; convendría que todos los protagonistas de lo que acontece diariamente, tomen conciencia de lo que se está haciendo y cambien en todo lo preciso y necesario, que entiendan que quienes serán escogidos por el voto para el Ejecutivo o el Legislativo, comprendan que será para que sirvan al país y no se sirvan de él.
Es absolutamente necesario que todos, consubstanciados con la Democracia, las Libertades y la Justicia adquieran conciencia de país y de servicio; que abandonen posiciones en que la discordia y la desunión no pueden ser incentivadas como el fuego que asola a la Chiquitanía; que actúen en consonancia con lo que prometen en la propaganda y publicidad de campaña; que no todo siga siendo promesas y juramentos demagógicos y populistas, sino que en todo haya sinceridad, honestidad y responsabilidad; lo contrario significaría que otra vez el pueblo tendrá que enfrentar nuevos y más graves problemas que, con un poco de voluntad y sentido de bien común es posible cumplir.
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