Bolivia es más un país agrario que minero y a ello se debió su prosperidad en otros tiempos, cuando se autoabastecía de los alimentos que consumía e inclusive podía dedicarlos a la exportación. Sin embargo, en cuanto ese sistema se dirigió casi exclusivamente a la explotación de recursos minerales para exportación, vino una etapa de decadencia que no ha podido ser superada hasta el presente, cuando importamos casi todo lo que sirve para la alimentación de la población.
Un intento de resolver el problema fue la Reforma agraria de 1953, pero debido a un enfoque conservador, entró en un círculo vicioso y, finalmente, fue desviado con disposiciones erróneas y se retrocedió de un sistema democrático de producción a un sistema semifeudal y, por consiguiente, a la restauración del viejo régimen medieval que, naturalmente, terminó en otra frustración.
La economía agraria es el principal sostén de una nación. Si un país, o un movimiento revolucionario, no dispone de alimentos propios, inevitablemente está condenado al fracaso absoluto, como demuestran los experimentos soviéticos, cubanos, venezolanos y otros, cuyo colapso se debió a que los pueblos no tenían suficientes alimentos para abastecer la canasta familiar.
En Bolivia el problema agrario adquiere gravedad extrema, pues la población se alimenta de productos importados (o llegan de contrabando) que se compra con divisas que produce la venta de materias primas de exportación, como el gas. Pero, pese a esa gravedad, partidos políticos, universidades, gobiernos, etc. no prestan la menor atención a este magno asunto y, en esa forma, permiten que la economía del país siga siendo colonial y extractivista y, así, se eternice la pobreza, dependencia, etc.
Esas observaciones vienen a cuento, al conocer los programas de gobierno que presentaron al Órgano Electoral los nueve partidos políticos que terciarán en las elecciones de dentro de un mes. En efecto, ninguno de esos partidos hace la menor referencia al problema de la tierra y más se dedican a cuestiones agronómicas secundarias y, además, mal. Para ellos la básica cuestión agraria no existe y, por tanto, no presentan ninguna solución a ese asunto estructural, lo cual significa que la crisis alimentaria terminará devorando a cualquier gobierno que fuese y llevando al país a nuevos fracasos no solo económicos, sino también políticos.
En síntesis, además de no producir nuestros alimentos y al sufrir escasez de divisas para importar, por problemas del gas y algunos minerales, el país tendrá que atravesar difíciles circunstancias, como en el caso de Venezuela.
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