A 5 años de la desaparición de 43 estudiantes mexicanos

Se menciona que el 26 de septiembre de 2014, varios estudiantes mexicanos se dirigían a repudiar una reunión política, de la esposa de un alcalde en México y fueron interceptados por la ¡policía municipal!, que los trasladó en vehículos municipales a un ¡basurero estatal!, donde fueron entregados a bandas criminales las cuales asesinaron a 43 de los estudiantes con la ayuda de un arma de fuego, para luego usando combustible incinerar por varias horas los cuerpos y finalmente depositar los restos quemados en bolsas grandes, las cuales fueron lanzadas a un río.

Después de escuchar los informativos del caso mexicano, lo primero que uno siente es un malestar total. Y es que especialmente en los países pobres, como en el país que estudiamos, en pocos o muchos casos, la criminalidad está totalmente institucionalizada (“crimen y delincuencia estatal organizada e institucionalizada”), dirigida desde los puestos más altos (planeada, ejecutada y luego encubierta), como en el caso antes mencionado. Vale decir que la delincuencia se estacionó en el Estado mismo (esa alcaldía mexicana), lo que a uno lo deja estupefacto. Pero más admirados nos deja el encubrimiento posterior.

Otro punto para analizar en estos hechos luctuosos no solo para México sino para el mundo, es que los criminales queman los cuerpos y los lanzan a un río. Lastimosamente se dice que si no existen cadáveres no existe el crimen y, por otro lado, seguramente se trata de enviar un mensaje de temor u otro a los demás.

Y en este mismo principio se basaron por ejemplo las diferentes dictaduras en Sudamérica y en el mundo y así apareció el término tan elegante de “desaparición forzosa”, lo que simplemente debió llamarse “asesinato múltiple” a cargo de criminales comunes y corrientes.

Se dice, por ejemplo, que en Argentina lanzaban a las víctimas desde un avión sobre el océano y así desaparecían los cuerpos. En el caso boliviano, seguramente alguno que otro boliviano escuchó alguna teoría inverosímil para lograr la “desaparición forzosa”.

En el caso “Katyn” de los 22.000 polacos desaparecidos en la Segunda Guerra Mundial, que fueron arrestados, asesinados, enterrados y escondidos detrás de la “Cortina de Hierro”, seguramente los soviéticos pensaban que nadie iba a desenterrar los cadáveres, pero no imaginaron que Hitler invadiría la Unión Soviética y que como un perro sabueso, se pondría a desenterrar los cuerpos. Actualmente este crimen viene siendo disputado entre la ex Unión Soviética a cargo de Stalin y la ex Alemania nazi a cargo de Hitler, lastimosamente ambos delincuentes evadieron la torcida y corrupta “justicia humana”, pero gracias a Dios, como casi siempre es, no pudieron evadir la “justicia del tiempo” que terminó juzgándolos, ubicándolos, cazándolos y exterminándolos, como tiene que suceder en estos casos.

La sociedad hoy también ya está con los valores invertidos, como es el caso de la última visita papal a una prisión en Santa Cruz-Bolivia (que a algunos nos pareció un premio), visita que más bien debió realizarse a las víctimas, las cuales en muchos de los casos se hallan en sus tumbas (víctimas de asesinatos). ¿Visitar y alentar al asesino y olvidar a la víctima que yace en un cementerio?

Lo que llama también la atención en el caso mexicano, es el silencio sepulcral de entes internacionales como Naciones Unidas, que debería tratar el caso mexicano como “crímenes contra la humanidad” y debe pedir que se le entregue a los criminales (80 involucrados, algunos confesos) intelectuales y materiales para ser juzgados como los delincuentes alemanes nazis, de la Segunda Guerra Mundial y, al final, ser ejecutados ante Tribunales Internacionales, para así sentar precedentes, para la historia de la justicia humana. Si la ONU no puede efectuar esa simple labor, a estas alturas de los tiempos, pues ya debe dar un paso al costado.

Lastimosamente, otra vez se tendrá que esperar, al parecer, la “justicia del tiempo”, para que ubique a los criminales mexicanos (e inclusive a los posibles encubridores), los cace y termine ejecutándolos.

¡A cinco años, una oración por los 43 estudiantes y que se haga justicia!

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