Lo ocurrido en las últimas semanas por los incendios habidos en la Chiquitania y que son una lección para el gobierno y para la comunidad nacional, es desgracia que ha lastimado a todos y hasta ha conmovido a la comunidad internacional que acudió al país solidariamente con todo tipo de ayuda, pese a que el gobierno, por extrañas circunstancias o conveniencias, no ha querido declarar emergencia o desastre nacional, pese a demandas de todo el pueblo porque, innegablemente, de esa declaración dependía mucha mayor ayuda de la recibida.
Lo grave de esta situación es que los incendios habrían tenido el acicate de disposiciones legales aprobadas por el gobierno autorizando quemazones con miras a conseguir tierras para campesinos e indígenas trasladados a esas zonas y que han recibido tierras para dedicarlas, luego de los chaqueos autorizados, a la agricultura.
Lo cierto es que la intención resultó vana porque el inicio de incendios provocados sirvió para que los vientos se encarguen de dispersar las llamas, cenizas y carbones encendidos a diversos sitios y agrandar la extensión del mal que ha cobrado la destrucción de más de 3 millones de hectáreas de ricos bosques, al margen de millones de animales y vegetales muertos.
Para el gobierno, la aprobación de decretos -precipitados y sin ningún estudio- es lección que debería aprender: no se debe aprobar medidas legales sin pensar ni meditar en consecuencias; no dictarlos sin consenso de quienes serían interesados en su aplicación; no aprobarlos si no se consulta con expertos y entendidos cuando se trata especialmente de zonas que podrían ser apropiadas para la presencia de cualquier elemento de la naturaleza: en muchos casos, como los lamentados, el fuego, el agua por las inundaciones y destrucción de extensas áreas de tierra, de cultivos, muerte de ganado, destrucción de arboledas, etc.; para el aire que no conoce fronteras y que cuando se precipita sobre tierra y encuentra a su paso plantaciones de cualquier tipo las destruye o arrastra sin remedio alguno.
Todo es posible cuando se realizan los estudios precisos. Ahora, por la precipitación de “aprobar como sea” decretos o leyes autorizando “incendios controlados”, que resultan sin control alguno, tan solo por complacer intereses partidarios, resulta irresponsable y contraproducente porque las consecuencias las paga todo el país y, además, destruye el medio ambiente, liquida millones de animales y provoca la extinción de millones de plantas porque el fuego arrasa con todo, inconteniblemente.
¿Será posible que el gobierno reflexione sobre las consecuencias de sus errores? Lo ocurrido con la ley y decreto autorizando “quemas controladas” y sin control, debería ser más que suficiente para aprender la lección y, basado en ello, no cometer los mismos errores en cualquier cometido que se proponga llevar a cabo. Prudencia, sagacidad, conocimiento y responsabilidad son necesarios en quienes poseen poder.
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