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Accidentes por deficiente inspección de vehículos


 

Conforme transcurre el tiempo, la población lamenta una mayor cantidad de accidentes con automotores conducidos generalmente por quienes lo hacen imprimiendo grandes velocidades o porque consumen bebidas alcohólicas o también porque son jóvenes menores de edad que no tienen experiencia ni cuidado alguno. Muchos de estos hechos se producen causando la muerte de acompañantes y del chofer; hay pocos casos en que los infractores se encuentran juzgados y esperan sentencia de juez, además de las reparaciones por las muertes y heridos que ocasionan por su irresponsabilidad.

Lo grave de estos extremos es que los conductores generalmente huyen, luego de haber ocasionado vuelcos o choques graves, sin hacerse cargo de las consecuencias y mucho menos de atender a sus víctimas. Hay casos que son reincidentes y lo pasado ha quedado en nada porque a las autoridades de Tránsito, dependientes de la Policía, no se les ocurrió hacer el seguimiento del caso que ha quedado en la impunidad.

El problema radica en que las llamadas “inspecciones” que realizan los “técnicos” de Tránsito no las hacen correcta, eficiente y responsablemente; para ellos parece que sólo interesa cobrar por la aprobación y rechazar solamente los casos en que fallan luces o no tienen faroles en buenas condiciones. Las inspecciones son para “cumplir con una disposición reglamentaria” y nada más. Lo cierto es que especialmente vehículos de transporte urbano deberían ser sometidos a inspecciones estrictas que nunca se realizan; en casos, “se consigue” las certificaciones de inspección sin siquiera haber intentado pasar por la revisión que debería ser prolija a cargo de mecánicos especializados.

Diariamente se reporta accidentes, tanto en las ciudades como en los caminos y los informes solamente detallan cuántos muertos y cuántos heridos han causado conductores que se duermen, beben alcohol o son provisionales y son reemplazos ocasionales. Vehículos grandes de transporte entre ciudades deberían contar con choferes suplentes que manejen cuando han pasado pocas horas; pero muchos choferes informan que “los dueños exigen que se cumplan las ocho horas de trabajo” o, en casos, “se cubra un doble horario”. En esas condiciones, todo conductor es candidato seguro a tener algún accidente, pero acepta manejar tan solo por necesidad o simplemente porque su trabajo es circunstancial. No hay autoridad que establezca en qué condiciones se entrega un vehículo a quien no cuenta ni con la experiencia ni las condiciones en que éste está para realizar viajes de larga distancia.

Tanto el Ministerio de Gobierno como los cuadros policiales, con su dependencia de Tránsito, deberían cumplir sus deberes de resguardar la seguridad y vida de quienes ocupan flotas y vehículos improvisados; revisar el estado en que se encuentra el conductor y verificar en cada tranca si se cumplen regulaciones expresas con miras a evitar accidentes que generalmente son fatales.

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