II
Antonio Pulido
En un post de principios de este año insistía en los peligros de subvalorar el impacto en el mundo del trabajo de las nuevas tecnologías:
Tengas un empleo fijo, seas autónomo, trabajes por libre a tiempo parcial, estés en paro o formándote para iniciar o reconducir tu vida laboral, debes prepararte para un cambio radical en el mundo del trabajo. Te pueden gustar más o menos los robots, la Inteligencia Artificial o los nuevos tipos de empresas de un mundo en profunda transformación... pero vas a convivir con ellos.
Vive atento y no te duermas o esperes que lleguen las consecuencias del “tsunami” tecnológico, como hacen algunos… Sólo por el impacto de los robots industriales se estima que cada nuevo robot ha remplazado a 3-4 trabajadores, como promedio de seis grandes países europeos (Alemania, España, Finlandia, Francia, Italia y Suecia) durante el periodo 1995-2007, según un documento de trabajo publicado por el think-tank europeo Bruegel… Incluso algunos estudios sugieren que del orden del 50% de los trabajos actuales serán automatizados, parcial o totalmente, durante los próximos años. Otros apuntan que el potencial de automatización afecta como una “amenaza aguda” a más del 70% de las 207 profesiones analizadas (Frey y Osborne, 2017).
Sin embargo, tampoco es conveniente caer en una especie de “apocalipsis robot” que niegan frontalmente otros analistas como Manuel Hidalgo, autor del libro El empleo del futuro. Como resume en una reciente entrevista de prensa: Mucha destrucción de empleo. Esto es evidente cuando sucede un cambio tecnológico tan intenso en tecnologías tan transversales- pero no sufriremos un aumento del paro. La teoría económica dice que aunque al principio ese crecimiento del trabajo parece más difuso, al final resulta mayor. No viviremos ese apocalipsis robot que algunos vaticinan. Aunque tampoco será inocuo.
En un libro reciente (The Technology Trap, Princeton University, junio 2019) el profesor Carl Frey revisa y desmitifica algunas interpretaciones excesivamente negativas sobre la destrucción de empleo: sus artículos anteriores apuntan el “alto riesgo” a una o dos décadas para un 47% de una selección de profesiones, pero no debe interpretarse como una estimación del número de trabajos destruidos por automatización, que dependerá de otras muchas cosas como costes relativos, regulaciones, presión política y resistencia social.
Frey avisa que las nuevas tecnologías necesitan tiempo para mostrar aspectos positivos compensatorios en productividad y salarios y tendrán, necesariamente, medidas políticas transitorias de acompañamiento en compensación salarial, reforma de sistemas educativos o incentivos a la relocalización y cambio laboral.
Como complemento, voy a hacer referencia a un par de publicaciones que me parecen de interés, entre la multiplicidad de tomas de posición que, día a día, se producen.
La primera es un informe de Credit Suisse Research Institute, AI & The Future Work, enero 2019, que apunta que, entre 1992 y 2015, la pérdida de empleos ha sido especialmente dura para las ocupaciones con menor formación y bajos salarios (trabajadores del campo, operadores de planta, administrativos de entrada de datos, asistentes de ventas...) con caídas de hasta un 5% en España. Por el contrario, la incidencia es reducida en trabajos de servicios personales poco especializados e incluso hay creación neta de empleos por encima del 10% en el quintil más elevado de directivos y profesionales altamente cualificados.
Según su dictamen: Big data y los avances en el proceso de cálculo han desencadenado una revolución tecnológica que puede tener gran impacto en el entorno laboral y en el mercado de trabajo. Máquinas y robots están mejorando rápidamente su capacidad a través de la IA e innovaciones de diseño y estructura. Asistentes digitales organizan programas, planifican viajes y proporcionan respuesta a muchas cuestiones de todo tipo de personas.
Reconocen que hay tecnologías “reemplazadoras” del trabajo humano, pero argumentan que el efecto desplazamiento puede verse compensado por un efecto productividad: incremento de puestos de trabajo en sectores que se desarrollan como resultado del progreso tecnológico o por avances en tecnologías “posibilitantes”, que abren nuevos caminos y/o potencian la eficiencia de las instituciones.
La segunda referencia es a un informe de Marcelo LaFleur para Naciones Unidas (Department of Economics &Social Affairs) de finales de 2018, titulado Frontier Issues: The impact of the technological revolution on labour markets and income distribution. De sus seis capítulos voy a destacar el cuarto, que valora siete impactos:
Destrucción y creación de trabajo. Ajuste ocupacional, polarización del trabajo y desigualdad salarial. Tecnología y globalización. Tecnología y estructura de mercado. Tecnología y organización del trabajo. Tecnología y sector informal. Tecnología y participación de la fuerza de trabajo femenina.
Sólo un apunte referido a destrucción y creación de empleo. Destaca, en cuanto a destrucción, la reducción para tareas actuales, la automatización de tareas con eliminación de algunas ocupaciones y la alteración tecnológica de las tareas que requiere una ocupación. Compensa, en creación: tareas complementarias de la automatización, nuevas empresas y productos, incremento de la productividad con su efecto en menores costes y precios, un mayor crecimiento y rentas con su impacto en una demanda al alza. Su dictamen final:
A largo plazo siempre el progreso tecnológico ha reforzado (más que debilitado) la necesidad de trabajo humano. Sin embargo, no se debería ignorar los efectos disruptivos de las nuevas tecnologías. Mientras que son inmediatas las pérdidas de trabajo inducidas tecnológicamente, la creación de nuevos trabajos lleva su tiempo. Adicionalmente, los nuevos empleos frecuentemente difieren de los antiguos en sectores, habilidades requeridas y localización geográfica.
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