Ante las peores condiciones electorales

Aunque el diálogo de sordos es una característica de la presente campaña electoral, y la dependencia y parcialidad del Órgano Electoral Plurinacional a favor de la candidatura oficialista es tan evidente, que ante los reclamos de la oposición no se tiene otra respuesta que el silencio, equivalente a la confesión de culpa. He ahí algunos de los hechos que denuncian al Órgano Electoral:

Sobre la saturada propaganda oficialista, la lectura correcta es mentira y engaño. La publicidad total del binomio masista, inequidad antidemocrática. El derroche de dinero público con el afán de perpetuación, latrocinio. La permisión del TSE a la entrega de obras públicas por los candidatos Morales Ayma-García Linera, en plena etapa de campaña es prueba de su dependencia. Censurado el TSE por esta actitud contemplativa, como única excusa dice que no es posible dejar de difundir las obras de gestión del Gobierno. Difusión tan antigua y falaz como los 14 años continuos del régimen.

A esta lluvia propagandística se suman los spots de todos los ministerios del Estado y de estatales como YPFB y otras, insinuando tácitamente el voto ciudadano para el oficialismo. El inimaginable costo se incrementa por los viajes del presidente-candidato alrededor de toda la geografía nacional, los obsequios de sedes, inmuebles, tinglados, coliseos y motorizados de diverso tipo a favor de federaciones sindicales, cooperativas mineras, transportistas etc., en un voluminoso paquete de halago y cotización material del voto, de lo que no tiene memoria la historia electoral del país.

Se hace necesario redundar sobre el tema de entrega de obras a título de actos de gestión, proporcionando ejemplos del exterior acerca de la dualidad de gobernante y candidato. El señor Pedro Sánchez, en ejercicio de la presidencia del ejecutivo español, postuló no hace mucho para la misma función presidencial, como también lo hace al presente. En uno y otro caso, no incurrió en actos públicos de gestión, cumpliendo la ley prohibitiva al respecto. Sin ir lejos, en la vecina República Argentina, el presidente y candidato Mauricio Macri se abstiene rigurosamente de realizar actos de gestión pública.

En el piélago de irregularidades electorales tenemos, a su vez, el inexplicable crecimiento del padrón electoral en el lapso de solamente dos años. Entre los de mayor incremento vemos a Santa Cruz, 80.4%; Cochabamba, 50%; Tarija 63.6%; Beni 89.5 y Pando 93.3%. Plazas electorales donde el MAS carecía de mayoría. Los factores deliberadamente políticos para este preámbulo de un posible fraude son los abundantes asentamientos de “interculturales” en Santa Cruz y Pando. Otro factor es el empadronamiento ilegal de ciudadanos del Beni hacia Pando y lo que no llega a conocerse, como lo evidenciaron y denunciaron vecinos de Riberalta.

Asimismo el censo de votantes en el exterior registra un inusitado crecimiento de alrededor de 100.000 nuevos registrados, preponderantemente en Argentina, Brasil y España. La depuración de votantes es tan clara y transparente, según el TSE, que además de antiguos residentes en el exterior, los difuntos continúan asistiendo a los recintos receptores e inclusive fueron seleccionados para jurados electorales.

Mientras el Gobierno y sus acólitos pregonan la panacea democrática sin par en la que se efectúa el proceso electoral, sus “garantías” son tan evidentes como el veto cocalero del Chapare al ingreso a ese territorio de opositores con fines proselitistas. La dirigencia originaria del norte de Potosí previno con envenenar a los competidores electorales de Evo Morales si se aproximaban a la región. Para remate, una alta dirigente del grupo bartolinas abundó que si Evo Morales resultara perdedor del evento sus parciales tomarán las armas para reponerlo en el poder. Han sido falsas y tardías sus protestas de tergiversación, pues los videos y grabaciones la desmienten.

Las condiciones surrealistas de la elección en mientes, por el desequilibrio político de sus condicionamientos, conforma un cuadro que anticipa una nueva frustración de la democracia aplicada, sólo comparable con las elecciones de 1956 y siguientes del siglo pasado, que las generaciones posteriores no las conocen. En resumen, las candidaturas intervinientes no deberían concurrir ni prestarse a la farsa electoral, si bien es comprensible que lo hagan escuchando el clamor cívico por un recambio del mando después de 14 años de cuasi dictadura.