En la colectividad es casi generalizado el criterio relativo a que el Estado es el que prácticamente debe atender y solucionar todo. En la contraparte, son pocos los que de veras piensan en ponerle el hombro. Al respecto hay que recordar que un presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, sacrificado en un atentado, solía exaltar “no pienses en lo que tu país puede hacer por ti, piensa en lo que tú puedes hacer por tu país”. Algo que quizás no es pensado de esa manera en el nuestro, y al contrario, al calificarlo como “papá Estado”, la mayor parte de la gente sólo aguarda que sea quien atienda y solucione todo.
Por ello debe ser que se oye voces como éstas, cuando alguien daña una propiedad de otro: “ya, qué pasa pues, ni que fuese del Estado”, o “esto no es del Estado, anda a otro lado a destrozar”. También se escucha expresiones de protesta: “yo no vivo del Estado como usted, yo vivo de mi trabajo”.
Actualmente el Estado es objeto de sañuda disputa por parte de los diferentes y disímiles actores y corrientes políticas. Muchos se preguntan: ¿Cuál o cuáles de esos bandos pensarán en lo que de veras le conviene al Estado para que pueda salir adelante, convertirse en una nación que inspire confianza y respeto, donde sus habitantes, sin excepción, gocen de una vida digna? No olvidemos que, desde siempre, aquello de “el árbol de las peras” ha sido lo predominante en las esferas políticas. Se llega al poder para dar “pegas” a sus conmilitones, vivir del erario nacional, disfrutar de las canonjías que se tiene, dejando de lado la real atención a las necesidades del país, su gente, y toda aspiración colectiva, ya que se ve, con cierta desazón, lo bien que se hallan en otras naciones.
Hoy, si el Estado no es el primer patrón en Bolivia, al menos es el segundo; y por ello todos buscan una “peguita” en la administración pública, ya que no hay empleos que hayan sido generados para colmar el mercado laboral que arrastra mayor número de desocupados. Otrora, se prefería trabajar en el ramo privado, mientras los empleos públicos eran desdeñados porque ahí se ganaba menos; las grandes compañías, fábricas y otras factorías eran cotizadas, dado que se percibía más, pero ya no existen Said, Soligno, Forno, Ibusa, etc., que se marcharon a otras tierras.
Hasta los artesanos calificados ganaban mucho más, estando actualmente a la vela de Dios, pues, por ejemplo, desapareció la madera mara, los materiales son más caros, y entonces ebanistas, zapateros, entre otros oficios, deambulan sin trabajo. En la actualidad, si bien es cierto que los salarios han subido, el costo de vida también, y es bueno preguntar: ¿quién vive dignamente con poco más de dos mil bolivianos al mes; cuando sectores como asambleístas, dignatarios, y otros perciben cinco o seis veces más?
De ahí que la disputa por manejar y controlar el “papá Estado”, una vez más ocupa la atención ciudadana, mientras crecen los asentamientos gremiales en las aceras y parte de las calzadas, aumentan menesterosos y limosneros, o las personas que en forma lastimera acuden sobre todo a los medios televisivos, a diario, para suplicar colaboración, buscando recaudar dinero con el cual atender tal o cual enfermedad, intervenciones quirúrgicas, o tratamientos médicos de enfermedades mortales, dado que carecen de miles de bolivianos o dólares.
A ello se suman los bebedores consuetudinarios que pululan ya en considerable número en vías públicas; ancianos y niños, hasta recién nacidos, abandonados en la calle, al igual que los “loquitos”. Mientras, existen quienes están a costillas de algún ente laboral o ligados a los gobiernos de turno, y vociferan que su norte es “la defensa del Estado”, o “¿la defensa de sus bolsillos?”, pues lo evidente es que no hacen gran cosa por el resguardo del país, y si ello continúa de esa forma, la de tomarlo simplemente como “el árbol de las peras”, será lo mismo de siempre, clama mucha gente.
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