Entre las personas indocumentadas que ingresan al país no pocos son indeseables y no tardan en involucrarse en diversas actividades delictivas. Un diputado nacional ha denunciado que este problema se debe al escaso o nulo control de las autoridades migratorias e identifica una mayor cantidad de chinos, peruanos y venezolanos, ocupando trabajos que podrían desempeñar nuestros compatriotas.
No hay duda que Sudamérica contempla un éxodo de gente venezolana sin precedentes, generado por el régimen de Nicolás Maduro, habiendo sumido a su pueblo en crisis económica, social y en un estado cruelmente represor que obliga a miles y miles de hombres, mujeres y niños a buscar refugio fuera de las fronteras. La ONU calcula los emigrados en cuatro millones. Colombia alberga a un millón y medio de venezolanos y le siguen en cantidades importantes Ecuador, Perú, Brasil, Argentina y Chile. Muy lejos, en Bolivia se estima en unas 10.000 personas de esa nacionalidad.
Si en el país las fuentes de trabajo escasean, tanto más para los extranjeros que no cuentan con calificación profesional o laboral. En consecuencia, el centro de las ciudades contempla a familias completas pidiendo limosna, vendiendo golosinas o invocando solidaridad para con “los hijos de Venezuela, la patria del Libertador Bolívar”. No obstante, meses atrás el Gobierno acusó a un grupo de éstos de recibir dinero para participar en actividad opositora, lo que no fue demostrado. La Policía detuvo a otros venezolanos por agredir a bolivianos que rechazaron la compra de dulces. En fin, no faltan denuncias de robo a domicilios y otros.
Por estas circunstancias, la Dirección General de Migración realiza operativos simultáneos para identificar a súbditos extranjeros sin documentación que respalde su estadía. En Santa Cruz se encuentra mayor número de estos extranjeros, seguido por La Paz y Cochabamba. Entre los súbditos de otras nacionalidades, los venezolanos son los de mayor número, pero también son los más en trámite de regularización (381).
En todo caso, mueven a compasión las condiciones de esta migración de la hermana Venezuela. Todos han huido de su país dejando familia, bienes, vivienda, profesiones, etc. Cuentan que en la frontera limítrofe agentes del Gobierno los despojan de sus pertenencias, pasaportes e identificación y solo les permiten portar una simple fotocopia de su cédula de identidad. Esta medida cruel busca hacerles más dificultoso su pase por los controles exteriores, convirtiéndolos en apátridas. Este cuadro debe ser el mejor pasaporte para acogerlos donde encuentren refugio y aunque en el peor estado de miseria, se les brinde comprensión, solidaridad y cobijo en las naciones hermanas.
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