Los incendios producidos en la región de la Chiquitania han destruido más de cinco millones de hectáreas de bosques; han aniquilado a millones de animales y quemado millones de especies vegetales y derribado miles de árboles de gran envergadura. Tan intenso fuego de alguna manera dejó una lección para todo el país: la necesidad de prevenir este tipo de desgracias y prepararse para cualquier contingencia que pudiese presentarse en el futuro; ha dejado la lección en la población para que no permanezca indiferente ante las desgracias y se sienta solidaria. La ciudadanía, en la medida de sus posibilidades, trató de paliar el sufrimiento de quienes perdieron sus pertenencias y hasta sufrieron muerte y heridas por la acción de los fuegos.
La lección ha sido absorbida por grupos de jóvenes en todo el país, que han reaccionado con grandeza de espíritu, sentido de cooperación y ayuda, deseos de cubrir las necesidades producidas por el fuego. Lo más interesante es que muchos jóvenes que no tenían idea de lo que era el medio ambiente y menos de las riquezas que albergaban los bosques de la Chiquitania y las ingentes riquezas que todo ello significaba, han actuado como voluntarios y han tomado conciencia de realidades que no conocían y que nadie se preocupó por darlas a conocer. Lo estudiado en universidades y colegios es superficial, no cubre lo extenso de esas praderas verdes que implican grandeza natural que el mundo querría y debería cuidar permanentemente.
El sentido humano de nuestros jóvenes es plausible; es muestra de que todos ellos estaban imbuidos de espíritu y vocación de servicio, además de reconocimiento de que necesitamos de todos, especialmente en momentos de dolor y desgracias como las sufridas.
Los jóvenes se han preocupado por pedir al gobierno la dictación de una ley o siquiera un decreto para que se declare emergencia nacional por las desgracias sufridas. Ellos, los jóvenes, son los primeros en sentir frustración y decepción por la indiferencia de las autoridades al no querer disponer de una medida que mostraría la situación de angustia y sufrimiento de todo el pueblo, por la urgencia de cuidar el medio ambiente, de preservar de todo mal lo que pertenece a todo el mundo y que son pulmones del planeta, como purificadores naturales del aire.
Son los jóvenes los preocupados por lo que hay en el país y por la necesidad de atenderlo, cuidarlo, preservarlo y explotarlo racional y responsablemente a favor de toda la población. Los jóvenes han asumido una responsabilidad que ellos cumplirán a cabalidad cuando tomen las riendas del país y su futuro.
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