Rolando Barral Zegarra
“El poder no tiene lágrimas”.- Engels.
El “Poder” es hacerle hacer a uno lo que no quiere hacer. Lo anterior no es una definición del mismo, es uno de sus ejercicios. ¿Por qué fascina tanto el poder? ¿Por qué ciertos políticos se aferran a él? La respuesta es: porque sin el poder estos tipos no son nada. Es decir, algunas gentes se dedican a la política para tener poco o mucho poder, porque no han trascendido en sus vidas personales y no han desarrollado otro tipo de poderes vinculados a los altos valores humanos, es decir, son unos frustrados, y sin más, se lanzan a capturar la autoridad y el dominio para aplastar a sus adversarios y enriquecerse ilícitamente. Como metáfora se ha señalado en otras latitudes: una vez instalados en el poder no solo se les sube los humos a la cabeza, sino también sus testículos.
¿Qué hay en las mentes y corazones de estos enfermos por el poder? Este problema apenas descrito se vincula con el padecimiento de sus dirigentes y caudillos; es la patología y/o la psicopatología por el poder. Aquí algunas pistas: en los contagiados por el poder se suscitan complejos procesos emotivos y esquemas de pensamientos negativos que degeneran, sin duda, en la tiranía, la dictadura y el totalitarismo si les toca ejercer el poder.
Vayamos deshilvanando estos procesos complejos desde lo cotidiano. Un viejo aforismo señala: “Queréis conocer al hombre dadle poder” y ahí encontramos dos tipos de personas, aquellos que usan el poder como servicio y los otros que lo usan como mecanismo de opresión que va en contra de la dignidad humana y el absoluto irrespeto por lo demás. Estando fuera del poder son sujetos abundantes, simples caricaturas; dentro del poder pueden emanar todos sus fracasos, sus bajos instintos y sus complejos de inferioridad expresados en la falsa superioridad y la arrogancia intelectual.
Como decía un pensador: “Creíamos que, como teníamos poder, teníamos también sabiduría”. ¡Y no la tienen! Quién podría debatir con ellos si se creen la quintaesencia de la política, y se lo cree él solo y su entorno. El “jefazo” y sus adulones (llunk’us) son los que se alimentan del mismo poder como sanguijuelas.
¿Qué dicen las teorías en relación con el poder? Muchos autores han estudiado este fenómeno y han hecho diversas interpretaciones. El campo de las luchas sociales es un campo de tensiones y convulsiones de retrocesos y avances, es un campo de fuerzas que entran en confrontación, es una lucha descarnada por el dominio, la hegemonía. El poder también crea su contrapoder.
Existen diversas tipologías del poder, como ser el político, el social, el ético, etc. Aquí de forma breve, analizamos el poder político al que se aferran estos gobernantes. Las personas con valores humanos casi siempre desisten del poder porque éste envilece y enferma. Sin embargo, a los que no tienen credibilidad en su discurso, menos en la palabra empeñada les envuelve el cinismo y los antivalores que devalúan la política hasta el suicido. Frente a la falta de legitimidad deviene el autoritarismo. No aceptan la menor crítica, es una rara mezcla de megalomanía y egolatría, de perversión y corrupción. En palabras estrictas: son un mal ejemplo para la sociedad. El poder no tiene compasión de nadie, solo existen ellos, los demás no. Gobiernan para sus amigos y los demás son sus contrarios. A no ser como requerimiento del voto masa, a la cual se la ganan por el estómago, las emociones, pero no por la conciencia.
Pero hay otra explicación puntual sobre sus sentimientos: les invade el miedo, la angustia de rendir cuentas, de asumir responsabilidades, como se creen dueños de un país, de una institución o de un cargo que no les pertenece, no les queda otra, se arman para el ataque y la destrucción en sus diferentes dimensiones a costa de todo y todos bajo la consigna de defender el proceso a cualquier precio. Precio que paga la sociedad en su conjunto. Y de ahí deviene la acumulación de poder, el abuso de poder, la justificación engañosa del poder, la manipulación, el odio y hasta el sembrar delitos falsos a los disidentes para seguir gozando de las ventajas del sistema, aunque supuestamente luchan contra el mismo. Una consigna como ejemplo: las leyes y las normas son para los enemigos. Olvidaba, como si fuera poco, se sienten dueños hasta de la verdad.
Por ello, en las mentes de estos fanfarrones que se corrompieron, solo existe la incoherencia en sus palabras: dicen naturaleza y actúan en contra de ella, dicen vida y matan. El delirio de persecución les hace ver que de todo lo malo que les ocurre, aunque sea por su propia negligencia, la culpa siempre es del otro. Con qué facilidad se echa la culpa de las desgracias propias a los otros, nunca a ellos mismos. Carecen de autocrítica, de valores humanos y usan muchas máscaras.
En un país democrático sus líderes no deben aferrarse al poder y/o constituir leyes que pongan límites al ejercicio del mismo. Cuando las leyes son juramentadas y luego desconocidas por sus propios gobernantes, es la degeneración de la política; esto no se queda ahí, la colectividad actúa como el “poder civil” que es el más genuino y fuerte, es un contrapoder, una fuerza rebelde que emancipa todo. Porque el único derecho soberano que les queda a los discordes es la desobediencia.
El autor es docente de la UMSA.
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