La presencia de déficits fiscales son consecuencia de no haber respetado un presupuesto que señala, claramente, que se debe gastar lo que se tiene y no más; que debe haber austeridad y políticas de ahorro, que no puede haber gastos superfluos y ajenos a las necesidades y urgencias; en fin, son cuestiones aplicables al manejo económico de una familia, que perfectamente se puede utilizar para el manejo y funcionamiento del gobierno que, en todo caso, está sometido a un presupuesto o programas de ingresos y egresos.
Los déficits son recursos utilizados por quienes manejan arbitrariamente la economía, o sea que disponen a discreción que “se gaste nomás, que las diferencias serán parte del déficit de este año”; así, no pueden marchar ni cuestiones del Estado ni operaciones bancarias, industriales o comerciales, porque un principio elemental de economía señala que debe haber racionalidad en los gastos y, en lo posible, que haya superávits con miras a tener, casi permanentemente, ahorros que luego pueden incrementar las reservas y servir, además, para gastos imprevistos o urgentes que no permiten demora alguna. Esto, en buenos términos, significa un manejo racional de la economía en lo más básico.
El recurso de cubrir gastos con deudas es otro grave error que no debería permitirse ningún gobierno. Por ejemplo, en el caso de la familia, ésta no puede ni debe atenerse a los préstamos para sobrevivir, sino hacerlo con lo que gana o tiene ahorrado; en otras palabras, no gastar más de lo que se tiene y, si hay excedentes financieros, ahorrarlos con miras a urgencias o gastos extraordinarios imprescindibles. El país es una gran familia que merece cautela, tino, prudencia y meticulosidad con lo que tiene; lo demás es un lastre que, más temprano que tarde, exige que las consecuencias se tornen en obligaciones imprescindibles que se debe honrar.
Déficits y deudas son productos de la incapacidad y, sobre todo, de la imprevisión y la irresponsabilidad. No se puede comprometer la economía del país con cargo a lo recibido en calidad de préstamos o a una cuenta denominada simplemente “excesos que sobrepasaron lo presupuestado”. Elementales nociones de economía muestran la urgencia de manejar con discreción y prudencia lo confiado a la buena administración, porque no se trata de manejar lo propio sino lo ajeno, lo que pertenece al pueblo. En síntesis, al país que permanentemente es demandante de sagacidad y buen manejo, honradez en el manejo de lo ajeno, consecuente con principios de alta economía y no sujeto a una “economía de bolsillo” o improvisada con cargo a “lo que sea con tal de que haya dinero”.
Así los hechos, déficits y endeudamiento significan baldones para cualquier gobierno que, por cumplimiento de sus propios principios, está obligado a enmendar mediante conductas futuras y no precipitarse en más deudas y déficits contraproducentes.
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