La situación política de Bolivia no marcha por un camino amplio y recto de rosas que conduce a un destino seguro. Al contrario, marcha por el filo de la navaja y el menor desliz puede conducirla a cualquiera de los lados de un insondable abismo de espinas y abrojos. Ese panorama incierto y escabroso es más fácil de advertir en una etapa como la presente en la que hay que tomar decisiones heroicas que eviten una calamidad histórica.
La marcha hacia las elecciones realizadas el pasado domingo se ha caracterizado por la falta de contenido de los partidos contrincantes. Éstos han perdido la perspectiva histórica y giran en un círculo vicioso de ofrecimientos superficiales que no tienen visión hacia el futuro. Ninguno de los programas de gobierno ofrecidos se refiere a las causas de la crisis del país y más bien se limitan a efectos secundarios que han obnubilado las mentes de los protagonistas de primera fila de las campañas partidarias.
En esa perspectiva, el futuro seguirá siendo incierto y, naturalmente, estará acompañado de dudas e inquietudes sin fin, a no ser que alguno de los ganadores dé un golpe de timón que saque al país de la larga etapa de transición del coloniaje a la nación y, a la par, deje atrás la caótica etapa populista caracterizada por los grandes saldos comunarios y feudales y permita dar al país un salto adelante, para pasar a la democracia y no solo a una simple democracia, sin a la más amplia democracia.
De no encontrarse solución consciente para las causas que determinan efectos como la agitación permanente, incertidumbre, falta de objetivos, etc., el proceso histórico, que no se detiene en ningún momento, buscará por sí mismo erradicar los problemas y marchará adelante (como ha hecho en numerosas veces y como ya se advierte), actuará inevitablemente con la sabiduría que le caracteriza. En ese sentido, la historia no esperará que aparezcan salvadores mesiánicos y programas providenciales que equilibran en el borde del precipicio.
En la presente etapa de transición irracional, -en que el agónico pasado sobrevive en forma abrumadora y se opone uñas y dientes a desaparecer y un futuro no termina de nacer-, se agudizan los problemas, las soluciones se retardan y se embrollan aún más. Pareciera que no hay futuro.
Pero, hay futuro. La sociedad boliviana -pese a los problemas heredados- ha roto los lazos que le ataban al pasado, no ceja de avanzar, madura las soluciones que ella misma concibe y no necesita de tutores que le enseñen a hacer lo que ella misma muy bien sabe hacerlo. Superados los grandes escollos que le impedían avanzar, construye con paciencia el amplio y seguro camino hacia un futuro brillante.
Hay solución. Cuando más negra es la noche es porque más cerca está el día. En caso necesario, cuando todo parece perdido, el pueblo inventa de inmediato los hombres y las soluciones necesarias para seguir adelante. Tiene la desgracia de no morir, diría un escritor, confiando en la espontaneidad y la actitud consciente de sus valores y ver la gran perspectiva. La situación no es de calamidades sin fin e incertidumbre permanente, sin que sea necesario decir que los males no son eternos. No es el último día de la humanidad. Estamos en las primeras horas de una larga historia y es hora de evitar por entre todos los peligros, perder la serenidad y evitar no caer en el abismo en momentos en que Bolivia se equilibra en el filo de la navaja.
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