El diez de octubre pasado, los bolivianos, sin detenernos en colores políticos, razas, regionalismos ni credos religiosos, hemos ratificado, ante el mundo, nuestra madurez política, recordando la victoria de la Democracia, protagonizada hace aproximadamente 40 años por nuestros mayores.
Esta actitud avala nuestra vocación democrática, ponderada por la comunidad internacional. “El esfuerzo nacional no sólo ha logrado la restitución democrática y la libertad absoluta para nuestro pueblo: su repercusión internacional es tal que la expansión de las fronteras de la democracia, en esta parte del continente, está directamente ligada a nuestra experiencia que constituye uno de los acontecimiento más trascendentales de 1982”, decía el presidente Hernán Siles Zuazo, en mensaje dirigido al pueblo de Bolivia, el 1 de enero de 1983.
Sea oportuna la ocasión para reiterar nuestro homenaje a todos los que nos devolvieron la Democracia sin exigir remuneración alguna. Lo hicieron por amor a la libertad y en rechazo a los regímenes dictatoriales de todos los tiempos.
Sólo la Democracia, o sistema de libertades, nos permite pensar e irradiar ideas e ideales, sin limitaciones ni censuras, en una convivencia civilizada, propia de pueblos que alcanzaron metas superiores. Los regímenes opuestos a esta alternativa política siempre han buscado controlar y amordazar a la ciudadanía, para imponer sus designios autoritarios.
En democracia es permisible la difusión de consignas políticas, en un marco pluralista. En otros tiempos, cuando prevalecía la mano dura, hubiera sido imposible lograr “hazaña” de esta naturaleza.
La democracia ha sido recuperada gracias al empuje del movimiento popular. Valerosas mujeres mineras, según la historia, hicieron retroceder a la dictadura, asumiendo el ayuno voluntario. De ellas ahora nadie se acuerda.
En este marco, los bolivianos debiéramos hacer fuerza, ahora más que nunca, para que la Democracia se imponga, como signo de una convivencia civilizada, de cara al Siglo XXI. Acá no debería tener cabida el propósito regresivo, venga de donde viniere.
Quienes vivimos la dictadura, quienes hicimos reportajes en la clandestinidad y quienes sabíamos de la autocensura, no compartimos con los excesos ni las arbitrariedades del autoritarismo, sino que nos sentimos identificados con el sistema de libertades. Es que la Democracia es un salto hacia adelante y la dictadura un paso en falso.
En suma: ojalá la Democracia resurja con espíritu remozado al servicio de la libertad.
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