Álvaro Numbela Tejada
La actuación parcializada del Tribunal Supremo Electoral -reconocida por los veedores de la OEA- se la puede entender por su origen partidista; pero ella tiene la ventaja de proporcionar una indicación a propósito de problemas particulares que ha generado. En este sentido, aquel organismo técnico ni siquiera podrá dar un “cocoriqueo” por haber logrado bien una elección elemental.
LA VERDAD DE LA MILANESA
El gobierno con su Tribunal Electoral mediante una rápida acción debe alcanzar una 2da. Ronda Electoral. Dado que su intervención en la escena electoral ha desaparecido o -más propiamente- provocado las reacciones de una sociedad que exige el respeto al orden legal establecido y a la libertad de elegir. Por cuyo defecto y lo que es más grave, surge el problema de la ausencia de autoridad.
Los partidos y la propia sociedad que le brindaron su apoyo al gobierno de partido de 2019, hoy -lamentablemente- levantan su concurso. En estas condiciones el Estado viene a ser un mero aparato administrativo (hacedor de obritas) incapaz de proporcionarle -al gobierno de ministros, donde unos dicen y otros contradicen- la fuerza necesaria para imponer políticamente sus decisiones.
EL GOBIERNO EN LA DIALÉCTICA COTIDIANA
Un buen gobierno tiene que jugar cotidianamente en la coyuntura que le presenta la sociedad. ¡De este trabajo depende el bienestar de la sociedad! Y todo esto se realiza así: aprovechando el apoyo ocasional de un grupo, utilizando la reserva provisional de un otro, especular con las rivalidades que se presentan, neutralizar a sus adversarios, ceder sobre un punto para sostenerse en otro.
En síntesis, el poder personal que manejaba Evo Morales podía construir su propia energía sobre una base social estable. De esta manera concreta, el boliviano podía percibir que él trabaja bien, desde la hora 5 de cada día.
Los gobernantes no invocan el servicio que prestan, las responsabilidades que cumplen, sus sacrificios; esto corresponde a los ciudadanos de una sociedad política debidamente organizada. La mayoría de los gobernantes, como un Pepe Mujica -el presidente más pobre del mundo- nada de ello hizo; en tanto que en Bolivia uno se jacta de 14 años de gobierno, sin advertir que ello representa un INMENSO retraso. Ahora, para nuestra desgracia, ante la falta de consenso popular, el Estado boliviano viene a ser un cuerpo sin alma, un mecanismo sin motor, una intención sin voluntad para realizar un futuro mejor, que la sociedad le pide ¡clamorosamente!
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